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Pensar con las tripas

Ahora resulta que tenemos el cerebro en las tripas. Dicen los investigadores que las bacterias que colonizan nuestro intestino modifican el estado emocional, influyen sobre la memoria y la ansiedad e incluso resultan definitivas en la atracción sexual. La mosca, por ejemplo, es capaz de reconocer a los familiares por la composición de su flora y así evitar la endogamia; una mosca solo aceptará reproducirse con otra si su microbiota (ese microcosmos bacteriano que habita en nuestro interior) exhala el olor adecuado. Parece lejano. Pero les recuerdo que el hombre se parece más a la mosca de la fruta que al primate y no en balde el pobre bicho es uno de los favoritos en los laboratorios. Efectivamente, los biólogos sospechan que las bacterias de nuestras axilas influyen a la hora de elegir compañero de cama.

Los intestinos y el cerebro se comunican constatemente. ¿De dónde creen que vienen las mariposas en el estómago? ¿O por qué hacemos de tripas corazón tantas veces? El grupo del investigador Pacheco López, en la Universidad Autónoma Metropolitana de México, estudia cómo los microorganismos pueden, desde las entrañas, modificar el comportamiento social. Así se explican ya muchas cosas. Toda la vida los mayores, los asesores fiscales y los políticos diciéndonos que actuemos con cabeza... Igual debimos haber hecho caso antes a las vísceras.

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