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La pilota, el frontón y el titín

El juego de pelota vasca, a mano, siempre ha tenido muchos seguidores en Valencia. Nunca triunfaron otras opciones como la cesta a pesar de generosos intentos como el Jai Alai o el Frontón Valenciano pero el juego a mano, ese contacto directo con la pelota ha cautivado a mucha gente. En Valencia el juego contra pared derivó hacia recintos más pequeños, con pelotas de menos peso aunque de tanta o más dureza y de mucha más vivacidad. Y el rebote. La pelota vasca, siempre mimada en los medios informativos de las tierras vasco-navarras y riojanas, en los presupuestos oficiales, y sobre todo en su televisión, ha provocado la lógica envidia en muchos sectores de la pilota valenciana, especialmente en aquellos que analizan la cuenta de resultados. Hay explicaciones. Para empezar, la pelota vasca en el frontón es un juego televisivo porque el espectador comprende la concepción y el desarrollo del juego. Por desgracia ese no es el caso de los trinquetes valencianos, ni siquiera con el contraste azul. Por otra parte, la sociedad vasca ha sido siempre muy consciente de la necesidad de influir en los grandes centros de decisión del Estado. Puede parecer contradictorio el que hayan amplias masas dispuestas a romper con España pero al mismo tiempo influir y gobernar donde se deciden los presupuestos y las políticas globales, pero así ha ocurrido. Y ha ocurrido y ocurre en todos los sectores. La Federación Española de Pelota Vasca, esa era su denominación hasta hace cuatro días, fue impulsada desde tierras vascas. Los valencianos jamás tuvieron interés. En los ya lejanos tiempos del franquismo la TVE ofrecía resultados del campeonato de federaciones y televisaba la final manomanista. La pilota valenciana, admitámoslo, era menospreciada cuando no perseguida en nuestra propia tierra: juego rural, trinquetes destartalados, de espaldas al avance social; clase política que desconocía incluso de su existencia. Sólo con la construcción del Trinquet de la Ciutat de la Pilota pareció darse el salto hacia la modernidad en materia de instalaciones. Y menos mal que con la llegada del Estatut d´ Autonomia se entró en una fase de sensibilidad hacia lo propio, después de decenas y decenas de años de indiferencia, de total abandono.

Sería muy largo, no es posible en un artículo, analizar las causas por las que ese deporte del Juego de Pelota a Mano, tan popular en tantas tierras de España entró en una fase de decadencia generalizada a partir de los años cincuenta. Me quedo con una: su control por la empresa privada para gestionarlo como espectáculo con apuestas; la escasa, la nula influencia de los clubes, de las federaciones territoriales, para impulsar torneos que entraran en el circuito de los medios informativos, a semejanza de otros deportes. Ha faltado imaginación, y cuando esta ha surgido los supremos intereses empresariales, tantas veces aliados con los políticos, aquí y allá, se han encargado de abortar cualquier idea renovadora.

No es de extrañar que acojamos con entusiasmo a Titín III, una de las leyendas de la pelota vasca que visita, retirado de la actividad oficial, tierras valencianas para recibir el afecto de la afición de El Puig o de Cheste donde se anunciara este próximo fin de semana en dos partidas de homenaje. Tristemente habría que preguntarse si un pelotari valenciano, pongamos Álvaro, ya retirado, sería esperado en dos pueblos vascos con la expectación que alza Titín en dos pueblos valencianos. Y reflexionar sobre otra de las razones de la sustancial diferencia entre unos y otros. ¿Será parte de nuestra identidad?

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