Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Chispazos

A veces, un hecho aislado o sin grandes resonancias se revela después como una llamita que, al cabo del tiempo, continúa oscilando a lo lejos.

Orson Welles hubiera cumplido ayer cien años. Su centenario ha estado presente estos días en todos los medios, que repasan sus películas y se demoran escrutando la potente personalidad del unánimemente catalogado como genio, no sólo del cine. Para mí es inevitable recordar nuestro encuentro cuando, hace mucho, como reportera novata que era entonces, me acerqué a él „que salía del Hotel Astoria junto a su amigo, el torero Antonio Ordóñez„ magnetofón en ristre y nervios en tensión. No recuerdo mis preguntas ni sus respuestas, pero sí la grata sorpresa de que no me rechazara, desmintiendo la aureola de ogro contra la que me habían prevenido. Probablemente le conmovió mi juventud y el más que rudimentario inglés con que le abordé, balbuceante. Nunca he olvidado aquel «chispazo». Estoy leyendo ahora un apasionante libro de Marcos Ordóñez, Big Time: la gran vida de Perico Vidal, que descubre a este español exuberante y trotamundos, amigo de Frank Sinatra, relacionado con innumerables personales internacionales del espectáculo y del jazz „desde Omar Shariff o Brigitte Bardot a Count Basie„, que trabajó como asistente de David Lean y otros grandes cineastas, Incluido Orson Welles. De este, entre la infinidad de vivencias relatadas en el libro, localizo esta frase que Vidal le escuchó durante el rodaje de Mr. Arkadin, que precisamente se pudo ver „o volver a ver„ anoche, en la Dos: «Yo hago cine para poder hacer teatro». Estas palabras de Welles, un tanto sorprendentes, se añaden a la memoria de nuestro fugaz encuentro.

Otro recuerdo personal: con Jesús Hermida, a quien acabamos de dar un triste adiós. Se remonta también a muchos años atrás. Un grupo de periodistas fuimos invitados por una importante firma cosmética a un hotel de Torremolinos, donde íbamos a seguir una especie de cursillo de iniciación. Éramos chicas jóvenes, con la sola excepción de un muchacho moreno y silencioso; sin duda incómodo entre diez o doce mujeres jóvenes y parlanchinas, procuraba escabullirse a la mínima ocasión. Fácil es imaginar los comentarios que desatapa entre nosotras la única presencia masculina. Cuando, andando el tiempo, volví a ver a Jesús Hermida en la tele o a escucharle en la radio o leerle en la prensa, no dejaba de rememorar la silueta de aquel chico de apariencia soñadora y ensimismada, con el flequillo que después sería famoso derramándose sobre la frente. Y siempre me ha venido a la memoria aquella imagen, que hoy se tiñe de melancolía, viva como otra pequeña y lejana luz en el camino.

Un último chispazo, este actualísimo, gozoso y persistente. Reencuentro al profesor Ángel López, catedrático ilustre e irónico sabio, autor de Lingüística para frikis, serie de artículos que va publicando en su blog y que son un insólito compendio de divertida divulgación a la vez que una sagaz visión crítica de los asuntos candentes. Referencia: alopez.unoycero ediciones.com. Magnífica oportunidad para que la inteligencia no se nos enmohezca.

Compartir el artículo

stats