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Hacerse la tonta con el dinero

Nada resulta más vulgar que hablar de dinero. Bien lo saben los ricos. Menuda zafiedad. De ahí que no resulte nada extraño que Ana Mato y su entonces cónyuge no mediaran palabra sobre quehaceres tan domésticos y familiares como la financiación de un viaje a Disneyland París, una comunión o un cumpleaños. Una pagaba la luz, el agua o los recibos de los colegios de los tres vástagos nacidos en el seno del santo, católico y apostólico matrimonio. El otro, ya se sabe, toneladas de confeti y globos. Amén de correr con el capítulo turístico, donde no reparaban en gastos. Como además eran sólo pareja de puertas hacia afuera, no se rendían cuentas monetarias. Muy moderno todo. Ahora sale la exministra de Sanidad alegando que es «sexista» la acusación de lucrarse de los regalos que la trama Gürtel hizo a su exmarido Jesús Sepúlveda. Esgrime también en su defensa que los hechos de terceros acusados, delictivos o no, «no solo no han producido beneficio alguno» a la aún diputada del Partido Popular, «sino que han derivado para ella en un perjuicio notorio y desproporcionado». Cuando los billetes corren fácil, los Louis Vuitton se amontonan en el vestidor y las fiestas de payasos salen gratis, es mejor hacerse la tonta. Tampoco queda muy fino interrogarse sobre la procedencia de tan extraordinarios ingresos. La historia de siempre.

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