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No sin mi iPhone

La polémica de los teléfonos móviles de alta gama en las Corts es una mera anécdota consecuencia de una forma determinada de hacer política

Este comentario sabatino no va de teléfonos móviles. Al menos no es la intención. Sólo utiliza la anécdota ya conocida y pretende reflexionar sobre el fenómeno que esconde este último avatar en la vida del nuevo gobierno tricolor de los valencianos. Dudamos que el gabinete Puig llegue a gozar de los 100 días de rigor, esa cortesía no escrita pero sí institucionalizada nacida cuando éramos analógicos. Hoy en día la inmediatez de nuestra civilización y la viralidad de los contenidos en la aldea global „no la de Punset„ impiden una costumbre tan versallesca como superada. Hasta el momento „y tiene mérito„ los Puig, Oltra, Ribó, Morera, Montiel y compañía no han sufrido las particulares suspicacias que acompañan a cada cambio y, sin embargo, están contando con cierto consenso en la crítica. Puede que cierta naturalidad y la campechanía de que hacen gala estén atemperando el impacto de las primeras medidas, que suponen un giro copernicano. En otros lugares ya sea por la inexperiencia o por la poca mano izquierda de sus protagonistas, las polémicas y las rectificaciones se van encadenando.

Escándalo. Así andábamos, disfrutando del cambio tan divinamente en la aldea, cuando explotó el «escándalo» telefónico. Y eso que, como era habitual, la CV tampoco había trascendido hasta la fecha en el discurso informativo que se escribe en la villa y corte. Sin embargo el principal hito informativo de los últimos días que ha roto el techo de cristal de la agenda valenciana para trasladarse a los telediarios ha sido el culebrón de los iPhone de las Cortes Valencianas. El reparto gratis «et amore» de 99 «smartphones» de última generación entre otros tantos diputados de la cámara se ha convertido en tendencia en el patio de monipodio del debate nacional y ha coronado el lío de los líos, uno más entre los exponentes de la inmadurez en la gestión de los nuevos gobiernos salidos de las urnas.

Charlotada. El asunto ha sido posteriormente rectificado con una panoplia de excusas a cual más peregrina. Sin embargo hacen mal los diputados o los responsables del parlamento al enmendalla y no mantenella. La adquisición de estos adminículos no pasa de ser una mera anécdota que, en todo caso, entronca con cierta política de campanario. El caso es digno de ser caricaturizado en las chanzas del propio Xavi Castillo, ahora que asume el tan merecido papel de humorista de cámara y que compartirá cartel con Medea, Sócrates o El Quijote en Sagunt a Escena.

Dinero y comida.

Los 99 dispositivos que „mucho nos tememos„ finalmente no disfrutarán los diputados valencianos evidencian qué clase de cosas interesan realmente al personal. El magnate británico de los medios Lord Northcliffe mantenía que los asuntos sobre los cuales el interés de la ciudadanía es perdurable son la delincuencia, el amor, el dinero y la comida. La política sigue interesando y hoy más todavía porque concierne a estos 2 últimos asuntos. El dinero y la comida son, sin duda, los conceptos que sostienen el debate público y la gestión. Los representantes que elegimos para que nos gobiernen han de garantizar el sustento actual y futuro de las generaciones venideras y administrar los bienes públicos para un mejor aprovechamiento. Los iPhones no se comen, pero en el altar del igualitarismo que la izquierda ha levantado es políticamente incorrecto que quienes disfrutan de un sueldo público puedan poseer, gracias a su posición, algo que un ciudadano de a pie no tiene a su alcance. Bajo estas premisas y prolongándolas hacia el infinito, ejercer de político sería una heroicidad, no una misión. Hoy en día el iPhone, como el condumio o los estipendios, son cosas con las que no se juegan y con las que existe un territorio amplio de sensibilidades contrapuestas. Seguramente los servicios técnicos de la cámara eligieron esta marca „la más «chic» del mercado„ para que sus señorías gozaran de mayores capacidades de sincronización con otros dispositivos propios y con la propia mecánica del parlamento. El problema es que llueve sobre mojado. La telefonía aterriza sobre otras prebendas de nuestros representantes, léase aparcamiento gratuito, menú subvencionado y otras golosinas. „comida y dinero„.

Curvas. Átense los machos. Vayan por el linde. Afinen en sus decisiones porque no les van a perdonar ni una. La epidermis de la ciudadanía está especialmente adaptada e identifica fruslerías como si fueran atentados a la democracia. Nadie ha defendido la compra de esos dispositivos por parte de la Administración, más bien han acelerado el paso para entonar el mea culpa. Es el pavor al linchamiento que muchas veces han jaleado o a identificarse con determinadas prácticas del pasado inmediato y los usos de la casta lo que les empuja a anular por decreto la medida. Y eso aunque, probablemente, tengan razón quienes propusieron ese modelo en su decisión. Es mucho más transcendente la bajada de sueldos entre los munícipes que abandera Joan Ribó o la limitación de salarios de los diputados de Podemos que presenta Antonio Montiel que la inversión en teléfonos «pijos» que se iba a llevar a cabo. Y sin embargo nada de eso adquiere la categoría de noticia. El problema real es que la oposición durante años ha generado monstruos. Y no se han diluido por mor de la alternancia. Están ahí fuera. Entre nosotros.

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