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La conducción

Está costando arrancar la legislatura. Al caloret se une que, al nuevo elenco que ha de coger el volante, ha empezado patinándole el embrague. Ahí está el segundo presidente de las Corts en un mes „es que somos de récord„ dedicado a que la institución se ponga a currar en un reglamento de uso del aparcamiento de sus señorías, normas que en opinión de la segunda „se ve que está predestinado„ autoridad de la Comunitat deberán afectar igualmente a los coches oficiales. Cómo tenemos el parque móvil. Cuesta descatalogar los usos y costumbres, puede que necesitemos que pasen generaciones. Enric Morera anda „algo es algo„ tan volcado en este tipo de señales que, para defender la utilización de un aparcamiento privado por los diputados, ha llegado a decir que «no debe ser ningún lujo ni ningún privilegio, sino un instrumento de trabajo como cualquier empleado público a quien su empresa pone a disposición puntualmente un parking». Si no le montan una mani, van a faltar dos segundos. Yo sigo viendo a funcionarios con cantidad de trienios esperando el bus a las siete de la mañana. Luego hablas con barandas y se muestran seducidos por esa serie danesa llamada Borgen que dignifica al cuerpo de elegidos y en la que la gran mayoría de ellos acude a sus tareas tras dejar a los niños en el cole. Aquí, recuerdo, los coches oficiales han servido para hacer todo tipo de recados, hasta el extremo de que los chóferes no se matriculaban en el curso porque durante la clase aquella de Educación para la Ciudadanía tenían que pasarse por el súper para recoger a otro. Y todavía hay quienes están jodidos porque no han podido hacerse con el iPhone 6 y habrán de conformarse con el Samsung Galaxy A5, lo que representa la mitad de desembolso previsto. Igual no han captado que todo esto también hay que aparcarlo.

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