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Me llamo Goku

Hay un niño en este país que acaba de llegar al mundo y al pobre sin saberlo, en vez de un pan bajo el brazo sus padres han decidido regalarle un calvario asegurado en el futuro en forma de nombre. En el registro civil ya hay un Goku inscrito y de segundo por si no tenía bastante, Ceferino, este último en honor al abuelo materno, vale que suena a España profunda pero todavía tiene un pase emocional. No niego que el nombre manga me resulta entrañable pues me transporta a la infancia donde mi generación, los que ahora estamos en los treinta, crecimos con el personaje. Primero en el Club Super3 de TV3 y un poco mas tarde en el Babalà de un canal, mi añorado Nou que por cierto en la actualidad está a la espera de ser resucitado (dense prisa a quien le proceda que está a punto de convertirse en zombi...)

Si sois incondicionales de las primeras temporadas, estaréis de acuerdo en que hay mil formas de homenajear la mítica serie manga, se me ocurre por ejemplo, ponerle Goku a tu perro que seguro nunca estará escolarizado y jamás vivirá en sus carnes caninas lo que es una mofa. Dice el padre de la criatura que de haber nacido niña le hubiese puesto Noa, como estas hay muchas gracias a «El diario...» y la verdad suena más dulce. En este caso menos mal que la opción prevista no fue Bulma... Aunque pensándolo bien suena mejor que Goku y al menos la coprotagonista era humana y sin rabo de mono.

Tan orgulloso está el progenitor que le ha faltado tiempo para abrirle una cuenta en Facebook donde seguro que Vegeta ya le ha enviado una solicitud de amistad.

El mal ya está hecho y hasta en la iglesia lo han aceptado, ni el villano Satanàs Cor Petit hubiese sido capaz de semejante bautizo, así que padre despiadado puesto a ser frikis, propongo que cambies tu nombre tan común, Juan Carlos por Follet Tortuga que seguro es de tu agrado. Así cuando tu vástago crezca compartís sufrimiento...

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