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La España inacabada

España, ¿invertebrada, según la visión castellana de Ortega? Mejor, inacabada, como acertadamente la ve Joan Romero. Ahora, con motivo de las próximas elecciones plebiscitarias en Cataluña, se alimenta de nuevo la tensión y no la búsqueda de soluciones. ¿Será acaso que éstas no interesan? ¿Cómo es posible que después de casi cuatro décadas de democracia no hayamos conseguido avanzar en la definitiva construcción del Estado?

El problema español, lamentablemente, continúa siendo hacer posible el desarrollo del sistema autonómico del Estado, sin imponer una solución que no sea aceptada por las partes. Y ésta es la cuestión. Hasta dónde llegar en el reconocimiento de las reivindicaciones de cada cual, para que resulte aceptado por el resto. Por ello, resulta oportuno, con el propósito de solucionar el problema, conocer la opinión de los catalanes, como también la del resto del Estado, respecto a la forma de abordar su configuración. Sin ataduras centralistas como tampoco exigencias independentistas que no se correspondan con la voluntad popular. ¿Se rompe de esta manera el Estado o se ayuda a construirlo?

El federalismo busca repartir razonablemente el gobierno entre los asociados, de manera que cada cual reciba, a cambio de lo entregado, algo proporcional, sin perjuicio de su aportación a la solidaridad interterritorial. La Fundación Alternativas consensuó recientemente un texto firmado por numerosos profesionales „«Una España federal en una Europa federal»„ en el cual se hace una propuesta en este sentido. El secretario general del PSPV, hoy president de la Generalitat, Ximo Puig, expresó la idea del federalismo integrador en un intento de contribuir a superar los desequilibrios económicos y sociales. La opción confederal puede ser la solución para la concepción de aquellas partes que se consideran Estado, sin desvirtuar la concepción del conjunto.

La dificultad para arbitrar esta fórmula estriba en que debe ser avalada, en base a la profundización en la democracia, partiendo de la comprensión de las partes, aceptando la voluntad popular en las cuestiones políticas y no planteando cuestiones jurídicas, que, si bien deben ser acatadas, deben atenerse, para su disposición, a la previa voluntad de las partes. Por poner un ejemplo, ¿por qué continuar rechazando en la Constitución la federación entre autonomías afines en ocasiones por historia y cultura, cuando además el número de 17 puede resultar excesivo?

La Constitución de 1978 debe estar dispuesta a ser reescrita cuando la situación así lo reclama. Temas diversos deben ser tomados en consideración en un Estado que debe profundizar en la democracia, buscando, desde la tolerancia, soluciones ambiciosas que faciliten la convivencia, consciente de que las diferencias no suponen desigualdad, sino que exigen reconocimiento. La opción confederal, como reconocimiento de la diversidad para quienes se reclaman Estado, sin sentirse otros agraviados, puede ser la solución para una confederación hispánica, abierta, en su caso, a Portugal, como ibérica.

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