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¿Singapur está cerca?

El Valencia de Lim no solo ha carecido de un prócer valenciano que le introdujera en los salones más influyentes de la ciudad, ni siquiera ha creado un organigrama profesional con las suficientes garantías para entender y comprender la idiosincrasia latina.

El negocio del fútbol depende de que entre la pelotita, desde luego, pero son múltiples los elementos que ayudan a que esto se produzca. La suerte es un factor útil, sin duda, pero no es el único que forma parte del juego por más azarosa que sea su naturaleza. Los matemáticos y economistas más perspicaces andan en ello.

Mientras tanto, el club deportivo que gestiona el equipo profesional de fútbol que lleva el nombre y representa de modo mayoritario a la ciudad de Valencia, descuidó en los últimos tiempos muchos de esos factores, y tras una época victoriosa y demasiado efímera „las dos finales europeas consecutivas de 2000 y 2001, y el doblete de 2004„ entró en la profunda crisis que culmina en la venta de sus acciones dominantes, hace justo un año, a un empresario radicado en la ciudad-Estado de Singapur, un aventajado broker llamado Peter Lim que suele aparecer en las listas de Forbes entre los más millonarios. No les descubro nada nuevo.

Tras un inicio más o menos eufórico, el club ha encallado, con los ánimos revueltos. Y a día de hoy no sabemos si el balón va a entrar en el partido de esta tarde dominical y, con ello, el entorno del equipo valencianista pudiera sosegarse. A veces se endereza el rumbo de un equipo deprimido y, en cuestión de semanas, le vemos luchando por todos los triunfos. Esas cosas pasan a menudo en el fútbol. Los equipos se enrachan, cogen tono físico, confianza mental€

De otro lado, un conocido consultor local ha amenazado con diversas querellas contra la gestión de Lim, y el empresario singapurense hecho a sí mismo ha respondido a través de su persona de confianza, Lay Hoon, anunciando una inyección de capital de 100 millones de euros. Tras la tempestad ha vuelto la calma.

Pero la deriva del Valencia CF en manos de Meriton, la empresa elegida por Lim para la compra de las acciones del club de Mestalla, mantiene varios frentes problemáticos. Para empezar porque tanto Lim como todo el grupo de directivos procedentes de Singapur y que copan tanto el consejo de administración del club como su fundación sociocultural, tienen una presencia pública en Valencia muy pobre. Ese papel representativo estaba reservado para Amadeo Salvo, pero su renuncia dejó al club sin un rostro cercano.

No es baladí la cuestión. Casi todas las grandes empresas que se instalan en territorios y países extranjeros suelen buscar socios o directivos nativos y de prestigio para evidenciar su compromiso con los intereses más locales. El ejemplo notable que me viene a mano es el de la compañía Aguas de Valencia, que celebra estos días precisamente sus 125 años, la mayoría de los cuales ha permanecido en suelo valenciano con capital mayoritario francés o catalán, pero siempre con presidentes „poco ejecutivos„ muy valencianos: Tomás Trénor Azcárraga, Vicente Simó Aynat, Fernando Abril Martorell, Vicente Boluda Fos€

El Valencia de Lim no solo ha carecido de un prócer valenciano que le introdujera en los salones más influyentes de la ciudad, ni siquiera ha creado un organigrama profesional con las suficientes garantías para entender y comprender la idiosincrasia latina, bastante más compleja y cainita de lo que pueda parecer a simple vista. Sus directores de marketing, primero un portugués y ahora un británico, se han volcado en la imagen internacional del club y no han atendido a su entorno más inmediato, mientras su jefe de comunicación no ejerce más allá de la clásica retórica futbolera. La fundación, por su parte, sigue hibernada.

Con esas magras alforjas inició el equipo la andadura esta temporada, con la afición escocida por la marcha de Salvo y sus más cercanos „Rufete y Manuel Peris„ los héroes que resistieron a la gran banca depredadora, que esa fue la imagen que quedó de Bankia durante el tortuoso proceso de venta a pesar de los múltiples gestos de José Ignacio Goirigolzarri. Un servidor estuvo en el mítin de Salvo en Mestalla, y doy fe que aquello fue un aquelarre populista de primera, comparable al de José María Aznar en su mejor época o a los más memorables que la historia nos recuerda en el mismo escenario, los de Manuel Azaña y Luis Lucia.

A ese descabezamiento emocional que sufrió el club hay que añadir los excesos del compañero de negocios de Lim, el atildado súperagente Jorge Mendes, cuya evolución como dueño de una discoteca y diversos vídeoclubs en el norte de Portugal hasta el estrellato en el Olimpo futbolístico es digna de un buen serial televisivo. Un chico de éxito, no como el agente Jerry Maguire que interpretó Tom Cruise.

La afición, que no es tonta contra lo que pueda parecer dado el ambiente de irracionalidad y fanatismo que envuelve al fútbol, sabe perfectamente lo que valen los futbolistas en el mercado y lo que dan de sí en el césped. Y de ese modo, ha radiografiado al instante las operaciones de compraventa de jugadores que ha hecho el Valencia en los últimos tiempos, casi todas de Gestifute, la agencia de Mendes, y mayormente en torno al fútbol portugués, con especial predilección por el Benfica de Lisboa, el glorioso equipo del águila al que los valencianistas han contribuido a sanear sus escuálidas arcas.

Tampoco Lim se ha dejado ver lo suficiente por la ciudad para generar empatías. No actúa como los millonarios rusos o árabes de la Premier a los que vemos por el Plus todos los sábados apechugando en sus tribunas. Lim viene de vez en cuando, y suele preferir el paseo de incógnito. Solo su hija se mueve en las redes sociales animando divertidamente al equipo. Pero por aquí no ha habido ninguna legación singapurense para crear más business y lazos económicos ni se le espera. Y eso que el padre del macroproyecto de la Ruta Azul entre Valencia y Puçol, premio Jaime I de urbanismo, el alicantino Alfonso Vegara, es el cónsul honorario de Singapur en España.

Cuentan que Lim y su gente en el club han empezado a darse cuenta de que no solo han comprado una empresa deportiva, un posible negocio basado en el entretenimiento, sino que en el paquete adquirían también muchos sentimientos de autoestima colectiva, recuerdos de infancia y pasiones de la vida, amén de un buen surtido de intereses inconfesables, ambiciones hipócritas, traiciones a la florentina y twitters manipuladores€ que todo eso es también el Valencia Club de Fútbol SAD. Más que un club también, no cabe duda.

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