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Diez años de líos de batas

Muy poco ha de darme a mí un drama televisivo para que me enganche. Así soy yo, un tío simple. Desde Urgencias, prácticamente todo lo que pase en un hospital me interesa. Quizá tenga algo que ver con que medicina es una de mis profesiones frustradas „una de tantas„, pero la verdad es que tengo muy poco filtro en las series de médicos.

Precisamente por eso es raro que no me haya enganchado nunca a Anatomía de Grey, que el miércoles estrena a las 22.30 su duodécima temporada en FOX Life. Bueno, miento. Vi la primera temporada, evidentemente, pero muy pronto le perdí la pista. No sé, quizá es que hay poca medicina y mucho intercambio de fluidos en las salas de descanso de los hospitales para mí.

Con todo, a Anatomía de Grey hay que reconocerle que fue el primer gran éxito de Shonda Rimes, que antes de las aventuras de Meredith y sus amigos no era nadie en el mundo de la televisión estadounidense y ya no digamos mundial. De hecho, antes de Anatomía había escrito Crossroads, una película infame protagonizada por Britney Spears, y Princesa por Sorpresa 2. Tremendo currículum.

Pero desde Anatomía todo fue mejor para la buena de Shonda, que ahora ha colocado en las televisiones de medio mundo Cómo defender a un asesino y, sobre todo, Scandal. Todo el imperio de Rimes, que ahora es una de las personas más influyentes de Hollywood, se basa en el éxito de esa serie que en 2005 comenzó a contar las historias de un grupo de estudiantes de medicina, residentes, en un hospital de Seattle.

Poco queda ya, diez años después, de esos cándidos estudiantes „¿de verdad son tan competitivas las residencias médicos? ¿En serio?„, pero Shonda les ha de estar agradecidos. Y lo sabe. Para la duodécima temporada de la serie promete más drama, más tensión y más líos de batas, que, seamos sinceros, es lo que más engancha a los espectadores de Anatomía.

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