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La tele y el futuro

El día D de Regreso al futuro II nos ha obligado a analizar cómo hemos cambiado, en plan Presuntos Implicados. Y aunque la tele evolucionar evoluciona, se resiste a la gran revolución. Los coches siguen circulando por carreteras y el electrodoméstico de hacer compañía sigue aparcado en el salón. Cierto que la tecnología ha transformado las reglas del juego audiovisual y la tele digital a la carta es real, pero en absoluto mayoritaria. El Michael J. Fox de 1985 alucinaría más con el resto de pantallas a las que adoramos vía internet, empezando por el móvil, pasando por el ordenador y acabando por las tabletas.

Así que el 21 de octubre de 2015, Marty McFly no se pudo pasear en aeropatín y probablemente siguió viendo la tele convencional, aunque con más canales. La mayoría de los espectadores consumimos aún un modelo vestigio del pasado: lo que programan las cadenas y emiten a una hora determinada, con sus pausas de publicidad de toda la vida y con patrocinios, que no son lo mismo pero se parecen sospechosamente. Y seguimos sin poder interactuar directamente con ningún programa a través del mando a distancia, aunque las redes sociales han conseguido que todo esté conectado en la aldea global. Sí, otra vez por teléfono.

La ciencia ficción amable y optimista de las películas futuristas de Robert Zemeckis ya es un clásico. Su inocente visión de las cosas hace que volvamos a ellas con simpatía, aunque la realidad y el calendario las hayan desfasado. El Gran Wyoming lo dijo con gracia: McFly habrá visto con sorpresa que las cosas no han cambiado tanto si él mismo y Jordi Hurtado siguen impertérritos, 30 años después, sonriendo a cámara desde la pantalla de siempre.

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