Qué diferentes somos los españoles y los americanos cuando tenemos que montar una gala. En los Goya, uno llega a desear en muchos momentos la vuelta de la publicidad a TVE y en el acontecimiento deportivo más visto del año, todo el mundo, literalmente, espera impaciente que lleguen los anuncios más caros del planeta. No es que no aprecie el buen hacer español, tenemos mucho talento pero poca inversión y menos oportunidades. El presupuesto del Súper Bowl da para mucho, porque con los 9 millones que costó el mini concierto de 15 minutos de allí, aquí hubiéramos hecho 20 Goyas y dos gala de los TP? Ahora que acompañado del sentido empresarial yanqui, se consigue que los millones invertidos se multipliquen en beneficios, monetizando el superprograma y consiguiendo una audiencia masiva que queda encantada de la vida con semejante puesta en escena . Todavía nos queda una gran asignatura pendiente en este tipo de eventos, la de aprender lo que es el verdadero sentido del espectáculo. Cuando digo aprender de los mejores haciendo televisión, aquellos que la crearon, no quiero decir copiar y pegar el espléndido número de Neil Patrick Harris en los Tony 2013. Las comparaciones ya sabéis como son y aquí salimos perdiendo. Lo único que saco en común con lo imitado, es la genialidad de Dani Rovira. No comparto los comentarios que le han llevado a tuitear que no le ha valido la pena conducir la noche del cine. Presentar esta gala acarrea estas cosas en el reino de criticar por criticar, pero gracias a él la ceremonia se hizo más llevadera, Vale que no teníamos a Beyoncé, Chris Martin y Bruno Mars, pero agradecimos la presencia de dos gigantes como Tim Robbins y Juliette Binoche durante una función, que si para el espectador fue larga, qué pasaría por esas mentes perplejas anglosajonas? Pensé que su presencia sería eclipsada por Penélope e Isabel, pero lo que no imaginaba era que llegarían las estrellas políticas de los informativos, uniformadas y preparadas para distraer la atención de lo que realmente esa noche se celebraba.
