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El sueco y Gurb

Supongamos que uno es un sueco (o el marciano Gurb) y llega a este país, en Volvo o en platillo volante, y por la prensa en inglés, menos cauta y sujeta que la madrileña, se entera de que España mantiene un gobierno en funciones desde Halloween (una imagen muy apropiada para su grado de descomposición), que los cuatro partidos principales juegan a la exclusión mutua y que en la periferia de este vórtice y con tendencias centrífugas, hay una gallera multicolor de gallos soberanistas, pequeñitos pero matones, con Arnaldo Otegi aclamado por un batallón de gentes con chamarra de paja, capirote y cencerros: lo vi en la tele.

Supongamos que el sueco (o el marciano Gurb) se entera de que el Gobierno (en funciones) es sospechoso de haber puesto el cazo (en calidad de beneficiario a título lucrativo), por riguroso orden jerárquico, ante el contable del partido (en calidad de habilitado pagador); que el partido que lo sustenta (al Gobierno y puede que también al contable), tiene en la cárcel, procesados o a punto de caramelo, a más cargos públicos que sentó en el banquillo el general Patton tras la caída de Berlín; y que el rey, recién estrenado, y su señora y yogui, la reina, hola, compi, han sido sorprendidos en amable coloquio con un cachorro de la plutocracia en la lista de los que tarifaban con las black cards sin límite y objeto de diligencias (archivadas) por abusos supuestos contra la auténticamente apuñalada doctora Elisa Pinto, qué cosas.

A estas alturas, el sueco bien informado (o Gurb) se preguntará, seguramente, por qué no estalló la revolución en España hacia el final de la pasada década y sólo hubo un brote de excursionismo radical, el 15M, cuando los ahorradores eran saqueados por los ladrones de camino real con patente de corso, ni ocurrió después, cuando se vio que el estercolero cubría el Mulhacén (convertido en muladar). Pues parece ser que tal cosa ocurrió, o sea, dejó de ocurrir, porque, por fortuna, delegamos el gobierno en Frau Merkel; la defensa, en la VI Flota, y las explicaciones, en María Dolores de Cospedal. ¿A que ahora está todo más claro?

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