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Plaza de las Emociones

La fiesta de la pólvora y el fuego entra en su recta final y por unas horas discurre por las hermosas sendas de las flores. Ríos de gentes, mujeres y hombres, desfilan armoniosamente por las calles dirección a la Plaza de las Emociones que bautizaría acertadamente nuestro compañero Ximo Rovira.

Durante dos tardes-noches miles de valencianas y valencianos, ataviados con el traje regional, acuden a la Plaza de la Virgen a ofrendar flores a la Mare de la Santa Locura, que diría uno de los versadores de la Descoberta. Es difícil de entender el intenso amor que en Valencia se le tiene a Nostra Donna Sancta dels Ignoscens e Desamparats desde el siglo XV, si uno no ha pasado por la experiencia de bañarse en el abrupto mar de sentimientos del romper el alba dentro de su basílica.

Allí, a nuestra Virgen le dicen, cariñosamente, de todo: «Motiu de nostra existència, Mare de Déu i Mare de Valencia, Perla del Turia...»Ella es nuestra gran debilidad. Verle su rostro es decirle guapa de manera irreprimible, pasión irrefrenable. La Ofrenda de Flores es un referéndum democrático urgido a golpes de deseo apretujados de multitudes de corazones.

Impresiona contemplar las columnas de hombres, mujeres y niños, muchos bebés, llegando a los pies de su enorme imagen levantada en el centro de la plaza basilical, cuyo manto bordamos flor a flor, lágrima a lágrima, oración a oración. Es, para nuestras mujeres, tal vez el día, el momento más importante del año. Pone la piel de carne de gallina.

La ruidosa fiesta se torna pura ternura al dejar a sus pies las flores del tributo amoroso. Es el acto más religioso de unas fiestas cívicas, paganas en su origen, y que se pliegan a los pies de la que es Mare dels Desamparats i dels no Desamparats ajustada advocación que inventaría un Rector de la Universidad Politécnica, Justo Nieto.

La más popular de los valencianos es una imagen creada por ellos, no aparecida. Nacida para proteger a los más desvalidos, a los locos, a los marginados, a los que nadie quiere. Su casa es la iglesia más visitada y transitada. Ella nunca está sola, siempre acompañada recibe a todos, les escucha. Está encantada con nosotros.

La Ofrenda es en realidad la gran visita del año que le hacemos y con toda solemnidad. Nos ponemos nuestras mejores galas, los más bellos aderezos. Si a ella la pentinen els àngels i li fiquen la millor corona per a baixar, nuestras mujeres se revisten con la impronta de la Dama de Elche, diosa ibérica donde las haya. Acudimos a verla con músicas, con alegría, con ritmo y galanura, con el corazón abierto en desbandada, no la esperamos como en su gran día de mayo, sino vamos a por ella, a buscarla, pues Ella nos espera gozosa y acogedora, abrumada por tantas flores y quereres, merecidos y justificados amores ganados a pulso a través de una larga y recíproca historia con nosotros.

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