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El club se hace respetar

Entre los intangibles en el fútbol (y en la vida) está el hacerse respetar por los demás, esa cualidad que se gana o se pierde según la manera de actuar de cada cual, una persona o una institución. El Valencia CF la había perdido desde el pasado verano, torpedeado por la decisión del dueño, Peter Lim, de poner al mando del equipo primero a un codicioso (Nuno) y después a un inepto (Gary Neville). No hubo respeto ni de los rivales ni de los propios jugadores del primer equipo, en medio de un nafragio durante meses sin nadie que les marcara el rumbo.

La presidenta, Layhoon Chan, dio un golpe de timón al contratar como director deportivo, en enero pasado, a Suso García Pitarch. Este entró con pies de plomo en Mestalla, consciente de que debía ganarse la credibilidad antes de recuperar las estructura del club, vaciada en los últimos meses por las actuaciones de Nuno y de Neville.

La contratación de Siqueira y Cheryshev, los dos en préstamo, con el dinero ahorrado a su vez por las cesiones de Orban (al Levante) y Rodrigo de Paul (al Racing de Avellaneda), fue el primer paso. Aunque no era suficiente. A Neville se le pusieron todos medios al alcance para salir adelante, entre elllos un cuerpo técnico abultadísimo con Angulo y Ayestarán. Pero el fracaso futbolístico de Neville fue estrepitoso, alimentado por algunas indisciplinas de los jugadores que no supo atajar.

García Pitarch no podía esperar más cuando viajó a Singapur para precipitar su relevo por Ayestarán. El técnico vasco conectó de inmediato con esa idea de Pitarch de restablecer la «cultura de club». En ese marcó se incluyó la sanción a Feghouli por negarse a entrenar, una cura de humildad. Sin él, el Valencia ha conseguido despegar. Una lección para todos los demás. La entrada de Javi Fuego en el equipo le ha dado el poso que le faltaba a Danilo. El mediocentro asturiano mejora a su vez a los centrales (Mustafi y Abdennour). Las piezas empiezan a encajar. A Parejo (siete goles y seis asistencias) se le han abierto las líneas de pases que antes se le cerraban. Todos quieren el balón. Rodrigo ha entendido que no le basta con atacar. Y los entrenamientos de Ayestarán, una eminencia en el trabajo físico, facilitan que los jugadores fluyan en los partidos. Recuperado el respeto, ahora toca disfrutar.

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