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El convento del Carmen y la lotería nacional

El 30 de septiembre de 1763 un Real Decreto aprobó la creación de la Real Lotería en un establecimiento de Madrid, a la manera de Roma y Nápoles. La monarquía necesitaba sacar dinero de donde fuera para atender los gastos generales arruinado el aparato del Estado por tantas guerras y el mal manejo de las finanzas.

«Para poder participar en el juego de la lotería el jugador debía realizar tres elecciones. En primer lugar el jugador debía escoger los números sobre los que deseaba apostar y a continuación decidir la modalidad de apuesta y la cantidad a apostar. El jugador tenía que escoger los números a los que deseaba apostar entre un total de noventa, de los que resultaban premiados cinco números», nos cuenta la profesora Cecilia Font de Villanueva, docente en la Universidad Carlos III de Madrid, en su obra «La aparición de la Lotería en España».

El porqué del guarismo 90 en la primitiva lotería española tiene una explicación curiosa. La respuesta la encontramos en el Convento e Iglesia del Carmelo Calzado de Valencia, estos días de actualidad al celebrarse hoy, 16 de julio, la fiesta de la Virgen del Carmen, que da nombre a barrio tan castizo.

En él, un fraile, Vicente Monfort, gran devoto de la Nuestra Señora la Morenita del Carmen, inventó un «juego místico», cuya idea le copiaría la Real Lotería de España en el año 1762 y lo pondría en práctica como pingüe negocio estatal. El fraile tenía una caja con 90 avellanas en la puerta del templo, con un número en cada una de ellas, y al lado un destacado cartel con los «beneficios espirituales» que los fieles podían sacar con cada uno de los numeritos que sacaba.

El dato lo encontramos en Marcos Antonio de Orellana, quien explica que al lado de cada número en el tablón de anuncios había «una Devoción, o devoto asunto, a que dirigirse el sufragio que quisiese ofrecerse: con cuyo auxilio qualquier alma Devota teniendo allí prevenida varias materias dispuestas en que apacentar su fervor y zelo, con tan varias intenciones y asuntos de devoción, de que poder sortear, o por extracto simple, o como quisiere, acudían no pocos a este sorteo de tan segura ganancia de merecimientos para si, y de sufragio para las almas» y «por medio de la suerte declara Dios al alma devota, el que más le es conducente o el asunto en que más intereza el sufragio con que desea remediar a las almas del Purgatorio».

En el funeral de este fraile carmelita predicó el franciscano recoleto Joseph Cots, quien subrayó del finado que con sus avellanas «obraba dicho Venerable milagros, y prodigios muy patentes y notorios en la ciudad. Mas escrúpulo pudiera caber en el jugar, siendo el pago oraciones devotas, como quando se juega, con la estipulada obligación de que el que pierde ha de rezar una parte de rosario, o un Pater noster, o Avemaria,?»

Lo que en principio fue un negocio espiriual para salvar almas, se convirtió con un gran negocio material del estado, que a diario atiborra a los ciudadanos con toda clase de sorteos y juegos de azar, convirtiéndoles por añadidura en ludópatas.

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