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Digitalización y sexualidad

La sexualidad es una pulsión humana que va desde el mito de la manzana del paraíso terrenal hasta las máquinas digitales. No es extraño que religiones y sistemas políticos hayan tratado de incidir en su práctica y no es de extrañar que la regulación de las relaciones entre los géneros sea una misión que algunos líderes espirituales consideran parte de su prédica. La intromisión del poder y de las religiones en temas relacionados con las diferencias de género es una constante en el devenir del homo sapiens que ha seguido su legítimo camino de buscar la mayor felicidad terrenal, fuera de toda trascendencia religiosa. Ha sido una búsqueda basada en el conocimiento y la experiencia que define nuestra condición del ya superventas Sapiens, donde su autor Noah Harari explica el proceso, y cuyo posible futuro él mismo analiza en su reciente continuación, con un título que suena poco menos que blasfemo, Homo Deus: una breve historia del mañana.

La idea de dialogar con el cardenal Cañizares tiene que ver con que el purpurado haya reiterado su preocupación por los efectos de la llamada ideología de género que considera como la más insidiosa y destructora de la humanidad de toda la historia (Levante-EMV del 16 de agosto: «El arzobispo incluye la política de igualdad entre hombres y mujeres entre los "dragones" que han amenazado a la humanidad Invita a seguir las palabras de la Virgen "he aquí la esclava del señor"»).

La conversación podría empezar sugiriendo que, sin olvidar el pasado y a Adán y Eva, diéramos una ojeada al presente, donde los tecnólogos empiezan a pensar en la ética de nuestra relación con las máquinas e incluso de las máquinas entre sí. Donde digo tecnólogos debería decir personas civilizadas de principios del siglo XXI que, como todos los que lo han intentado ser a lo largo de la historia, han incorporado los conocimientos del momento que les ha tocado vivir para practicar la civilidad, esto es, tratar de respetar reglas, costumbres y supuestos de su tiempo en su relación con su entorno y sus semejantes.

A continuación comentaríamos Her, el Oscar 2013 al mejor guion, que cuenta que en un futuro cercano, Theodore, un hombre solitario a punto de divorciarse que trabaja en una empresa como escritor de cartas para terceras personas, compra un día un nuevo sistema operativo basado en el modelo de inteligencia artificial, diseñado para satisfacer todas las necesidades del usuario. Para su sorpresa, se crea una relación romántica entre él y Samantha, la voz femenina de ese sistema operativo.

La conversación (no necesariamente la homilía) entraría en la rapidez de los cambios que vivimos y que tan solo tres años después del estreno de la película, el mes que viene, en Manchester organizada por la muy académica IFIP ( International Federatión for Informatión Processing) va a celebrarse la Primera Conferencia Mundial del Grupo de Trabajo Digitalización y elecciones humanas para intentar responder a la pregunta sobre cuáles son las consecuencias sociales y morales de tener relaciones sexuales con robots antropomórficos. Más allá del morbo de la cuestión, aclarar que la reunión de Manchester forma parte de una serie de reuniones científicas de la IFIP cuyo objeto es definir las condiciones inesperadas con las que se enfrenta el hombre civilizado actual respecto a actividades en las que lo digital ha penetrado profundamente. En eventos anteriores, deporte, educación, negocios y aplicación de la ley han sido reanalizadas ante los cambios que en temas tan básicos produce la nueva sociedad digital. El objetivo es que los humanos podamos tener algunas referencias para intentar reaccionar ante irrupciones tecnológicas impensables.

Por primera vez, siguiendo una metodología científica, que no necesariamente coincide con visiones religiosas, aunque también se tengan en cuenta, investigadores y expertos en sexología y tecnología van a poner bajo el microscopio el impacto que intimidad y sexualidad está teniendo y va a tener la digitalización en sus diversas manifestaciones: redes sociales, robots, inteligencia artificial, etcétera.

Aunque suene chocante en una conversación iniciada a cuenta de la ideología de género, ahora toca discutir sobre la ideología de la digitalización y más concretamente en preguntarse como hicieron muchos espectadores, hace tres años, tras ver Her. ¿Hasta qué punto puede llegar a ser genuinamente humana una máquina digital?

Hablando de cuestiones éticas contemporáneas, no estamos frente a una mera especulación. En la introducción a la conferencia, un organizador reflexiona: «Practicar el amor requiere dos personas. Una gran parte de las conexiones químicas y físicas entre humanos se basa en el contacto visual y es muy difícil que este pueda experimentarse por mucha inteligencia artificial y robótica que se incorpore». En cambio, otro piensa que los humanos se van a enamorar, e incluso casarse con robots sociales en un futuro no muy lejano. Más importante que la especulación sobre el futuro son los avisos de los científicos por cuestiones éticas, en las que algunos hacen campaña no porque ello se deduzca de ningún libro histórico o sagrado, sino porque pueden contribuir a las desigualdades sociales y a dar una inesperada versión digital de la profesión más antigua del mundo. No adelantemos soluciones a problemas muy complejos. Lo importante es que el debate está científicamente abierto sabiendo que nuevas circunstancias requieren nuevas ópticas.

Mujeres, hombres y ahora máquinas. Nuestro futuro parece al menos tan apasionante como nuestro pasado, por lo que la sugerencia sería que el Colegio Cardenalicio mejore su dialéctica intelectual con la tecnología que los ciudadanos usan cada día.

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