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Hiperliderazgos de la nueva política

Los dos últimos años, que condensan el ciclo político tan intenso que hemos vivido, se han articulado fundamentalmente en torno a un eje que casi siempre oponía a los viejos y los nuevos partidos: los partidos tradicionales (PP y PSOE), con votantes de más edad, con viejas soluciones programáticas que no han servido para paliar (y no digamos para superar) las consecuencias de la crisis económica, frente a los partidos nuevos, apoyados en mucha mayor medida por los votantes más jóvenes. Estos partidos ofrecen soluciones poco definidas para dichos problemas, que en resumidas cuentas parecen resumirse en la idea de que con el cambio, es decir, con la sustitución de los viejos políticos por los nuevos, todo iría mucho mejor.

Una parte muy importante de ese eje de oposición viejo-nuevo es el de los liderazgos. Tanto Podemos como Ciudadanos ofrecían candidatos jóvenes, opuestos a los viejos candidatos del bipartidismo, como Mariano Rajoy en el PP y Alfredo Pérez Rubalcaba (que dimitió, eso sí, muy poco después de las elecciones europeas de 2014) en el PSOE. No por casualidad el PSOE, precisamente, escogió para sustituirle a Pedro Sánchez, un candidato también joven y poco conocido (tan poco, cabría argüir, que ni siquiera le conocían los que le auparon a la Secretaría General del PSOE; y ya saben cómo salió la cosa).

Esos líderes jóvenes, Albert Rivera y Pablo Iglesias, se han postulado como un recambio novedoso frente a una fórmula ya agotada, y como parte de ello han ofrecido siempre un cambio de estilo, que en Podemos ha quedado plasmado mediante cierto énfasis en la transparencia, la democracia interna, el debate... Son cuestiones que „aunque con claras deficiencias„ hemos visto y continuamos viendo.

En cambio, no hemos visto nada de esto en Ciudadanos, donde ha estado siempre muy claro, desde el primer momento, quién manda; desde que Albert Rivera fue elegido líder de Ciudadanos, hace ahora más de diez años, nadie ha osado poner en duda que ese sillón le correspondía a él. Nadie... Hasta ahora. Carolina Punset, eurodiputada de Ciudadanos y exlideresa del partido en la Comunitat Valenciana, se ha postulado como posible candidata frente a Rivera, con vistas al inminente congreso interno de la formación.

El anuncio es en sí sorprendente, porque parece muy claro que Punset no tiene ninguna posibilidad: el dominio que ostenta Rivera sobre un partido enormemente centralizado (más que los partidos de izquierda, naturalmente, e incluso más que el PP) parece completo. Y Punset no sólo no forma parte de ningún grupo o camarilla con presencia interna en Ciudadanos, sino que constituye un verso libre.

Más o menos como en su trayectoria política, que le ha llevado a combinar algunos exabruptos esporádicos, sorprendentes por su agresividad „desde mi punto de vista„ con todo lo que sea acercase al valencianismo en sus diversas formas, con un enfoque de los asuntos públicos fundamentalmente moderado y centrado; de hecho, coincidente en la mayoría de las cuestiones con la socialdemocracia. Punset, así, se ubica a la izquierda de Rivera.

Carolina Punset no tiene apenas posibilidades... pero, si lo intenta, le hará un enorme favor a Ciudadanos. Mostrará que en este partido hay posiciones divergentes y que es posible plantear alternativas al liderazgo del líder indiscutible. Aunque pierdan, como le ha sucedido al errejonismo (y en repetidas ocasiones) en Podemos frente a Iglesias y sus seguidores. Mostrará, en suma, que el preocupante modelo de hiperliderazgo inexcusable de Ciudadanos, que tanto recuerda a otros liderazgos providenciales en partidos centristas otrora importantes, como UPyD (donde el dominio absoluto de Rosa Díez primero aupó al partido y luego, y muy rápidamente, lo destruyó), puede matizarse mínimamente. Aunque sea con un 15 % de los votos. Y es que a veces es mejor tener un 85 % de apoyos que un 100 %.

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