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El ejemplo de Nedzad Avdic

Regresar al lugar donde se sufrió. Creo que lo hacemos para comprobar que, efectivamente, hemos sobrevivido al recuerdo amargo, doloroso o atroz que un día nos sacudió ahí como la tempestad a un árbol con raíces podridas

Regresar al lugar donde se sufrió. Creo que lo hacemos para comprobar que, efectivamente, hemos sobrevivido al recuerdo amargo, doloroso o atroz que un día nos sacudió ahí como la tempestad a un árbol con raíces podridas. En los niños ya mayores el placer por los cuentos de terror quizás nos sea muy distinto. Le gustan porque se siente deliciosamente estremecido por el miedo y al mismo tiempo razonablemente a salvo del mismo. Podemos regresar cuando la memoria a comenzado a tomarse en serio su trabajo. A veces lo asumimos, incluso, como una prueba de integridad moral o de cordura liberada. Regresar a la casa que un día se nos cayó encima, a una esquina donde alguien amado desapareció para siempre, a las ruinas del colegio en el que fuimos humillados y solo conseguimos probar la felicidad cuando nos quedábamos solos en el aula. Desandar nuestros pasos en la ciudad que nos tomó durante años como su prisionero y donde, como ocurre con todos los prisioneros, se intentó quebrar nuestro espíritu, pulverizar nuestra identidad o aburrirnos salvajemente. No es tan malo. Yo ni siquiera he podido fugarme todavía y dudo que lo haga en un futuro que avizoro cargado cargado como siempre de carnavales, laureles de indias, pachanguerismo espiritual, ramblas espléndidas y barrios macilentos y domingos tan interminables como despoblados.

La historia de Nedzad Avdic, superviviente de la matanza de Srebrenica, es también la historia de un regreso. Lo balasearon frente al paredón de fusilamiento, pero milagrosamente sobrevivió. En esa ciudad, de la que consiguió huir por otro milagro, murieron su madre, sus tíos y muchos de sus amigos. Las atrocidades de los serbobosnios - asesinatos, violaciones, torturas, el ejercicio de la destrucción por el mero placer de destruir, las provocaciones enfurecidas, los insultos tan brutales como un navajazo - le persiguieron durante años. Y sin embargo Avdic ha elegido, ha querido elegir inflexiblemente, volver a Srebrenica con sus dos hijas y fundar ahí un hogar. Quizás a unos pocos cientos de metros de donde resultó infructuosamente fusilado. Sin duda recorriendo calles y reconociendo edificios, fachadas, tiendas, monumentos, paradas de autobús que resbalaron durante años durante los ojos de su madre. Regresar a la ciudad es no solo una forma de heroísmo tranquilo y esencial. Es también la decisión de clausurar el miedo para siempre. La muerte no pudo vencerle y, desde luego, la memoria no conseguirá amargarle, disolverle, derrotarle. Saludos, Avdic, hermano, y adelante con tus dos hijas, que los malos pueden ganar y ganarán siempre, pero ser bueno - ser simplemente decente y querer sonreír por las mañanas -- es no rendirse nunca al dolor, al desamor ni al miedo

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