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Balance fallero

La credencial de Patrimonio de la Humanidad, la culminación de la fiesta en fin de semana y el lunes festivo en Madrid han convertido las Fallas que se fueron en la clase de éxito que nadie en su sano juicio trataría de reducir pero que, personalmente, hace lo posible por evitar, si está en su mano (Truman Capote procuraba ahorrarse los maravillosos carnavales de su pueblo, Nueva Orleans). Dos millones de visitantes son muchos, un dineral con más y más variados beneficiarios que la mayoría de los negocios que se estilan. Eso sí, me limité a recorrer barrios como Benimaclet, Exposición o El Cabanyal, a pie o en bicicleta, siempre con la posibilidad de salir rápido de cualquier atolladero, algo que en el centro histórico no está asegurado. Conclusión a vuela pluma: cuanto más próspero el barrio, menos fallas.

Me quedé en la ciudad por mi cuñada, que venía de Galicia y al final no lo hizo porque se cayó de la silla a la que se había subido. Como no conozco Fallas sin lluvia ni sin crisis en el gremio, ahora se dice que el precio del corcho blanco amenaza una rentabilidad de suyo escasa. No consulten a los economistas, tampoco les aclararán nada. Lo que detecto es una mutación en el estilo de los ninots que han pasado de la feroz distorsión y el exagerado feísmo de la tradición que yo conocí a una dulzura poco angelical (hay ángeles guerreros): casi un episodio general de hiperglucemia con toneladas de almíbar y caritas cursis a lo Disney ¡Qué cosa más pegajosa! ¿Los letreros? Si Bernat i Baldoví volviera de la tumba mandaría a la mayoría de sus autores a pacer en un prado.

Así que entre mascletaes, cine y cocina primorosa, he pasado muy buenas Fallas. La torre de comunicaciones de Calatrava que puso el ayuntamiento contenía un chiste que la desmemoriada ciudadanía se habrá perdido. Una torre es una erección y si es de comunicaciones comunica algo aunque sea la propia erección, así que esa torre fue lo primero que caparon los del PP cuando ganaron, para humillar a los socialistas, y lo primero que la nueva mayoría de Joan Ribó ha devuelto a la vida. Son como niños.

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