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El ayuntamiento republicano privó a la Virgen de su fiesta

Los concejales republicanos consiguieron en 1902 que en los presupuestos del Ayuntamiento de Valencia no se consignara ninguna partida para costear las fiestas de la Virgen de los Desamparados, ni para las de Corpus, lo cual levantó ampollas en buena parte de la vecindad.Una comisión de comerciantes e industriales acudieron a la Casa Consistorial a pedir que no se dejara de celebrar las fiestas de la Virgen «en la forma acostumbrada, para evitar los perjuicios que sufrirá el comercio con la supresión de estos festejos». Desde los pueblos cercanos acudía mucha gente a la ciudad a participar en ellos y eso redundaba en el beneficio general de los establecimientos. El concejal Maestre, presidente de la Comisión de Fiestas, atendió el ruego y propuso se rectificara la decisión de la Corporación Municipal y asignara 2.000 pesetas para las fiestas de la Virgen. Los republicanos accedieron a ello con la condición de que ese dinero no fuera para pagar actos religiosos, sino profanos, como las tracas o los conciertos. Aunque este punto lo ganaron los católicos y monárquicos, éstos retiraron su propuesta, pues no querían pasar por la condición republicana de que el dinero municipal no fuese para pagar los actos religiosos, que era la principal aspiración de los primeros.En la conclusión del Pleno Municipal del 5 de mayo de 1902 se dispuso que el Ayuntamiento «no hará nada, ni contribuirá a la fiesta religiosa, ni dispondrá para el próximo festejo de otra clase». Maestre dijo: «Valencia lamentará verse privada de una fiesta tan antigua, tan hermosa y significativa como la de nuestra Patrona Celestial, privada del todo no se verá, porque se celebrará en su real Capilla y en la Catedral». El Cabildo de la Catedral acordó celebrar la fiesta de la Virgen con solemnidad «superior a la de años anteriores» dando ejemplo al pueblo católico en cuanto a mantenerse firmes en sus prácticas y creencias, y acrecentarlas en tiempos de contrariedad». Es más, invitó a la procesión a las autoridades «a que ocupen el lugar que la historia de algunos siglos les ha asignado en esta manifestación, que por sí sola bastó para reanimar la fe de otros tiempos». Vecinas de la plaza de la Virgen se ofrecieron con los gastos de levantar el estrado de la Virgen e iluminarlo, las tracas las dulzainas y tamboriles. Un decorador adornó el Micalet por su cuenta. Vecinos de Orriols costearon la traca de entrada de la Virgen en su Real Capilla tras la procesión. Un cronista de la época interpretó aquellas acciones cívicas como «una hermosa manifestación de esos sentimientos y una enérgica protesta de los que intentan arrojar sobre ella la mancha de haber perdido la fe de sus mayores,? una saludable reacción contra los atropellos de la demagogia roja y una resuelta actitud de no dejarse arrollar por ésta». La noche víspera llovió a mares. El sol apareció al despuntar el alba. La gente llenó la plaza y la Capilla. Al ser descubierta la Imagen fue saludada por la Marcha Real interpretada por la banda de música de Bomberos, según la costumbre. Asistió el Capitán General.El periodista que daba cuenta de la celebración afirmaba que «ni en los días de Corpus hemos visto tanta gente esperando el paso del religioso cortejo. Tampoco ha habido procesión de la Virgen tan numerosa y lucida como la de ayer, a la que contribuyeron para darle mayor esplendor grandes y chicos, ricos y pobres. Si los que fueron en la procesión estuvieran incluidos en el censo electoral y votaran los representantes de Valencia otra serie la suerte de nuestra querida ciudad, y otra sería también la actitud de los que pretendían hacer de ella un feudo para sus particulares fines». Los años siguientes, con mayorías republicanas, continuaron las cortapisas, las prohibiciones, los impedimentos y bloqueos para que se celebrara como era tradicional las populares fiestas de la Virgen.

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