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Viejas palabras

Desde que los bancos se funden todo tu dinero en un giro de la ruleta (antes, los directivos de la entidad desvanecida se asignan una retribución digna del jeque de Brunei, como ha ocurrido, de nuevo, con el Banco Popular), desde entonces, digo, que las palabras ya no valen lo mismo. Emmanuel Macron, por ejemplo, usó una beca de ministro socialista para crear un movimiento conservador, reformista, de una clase de reforma que no te aceptaría el albañil más tonto: trabajar más cobrando menos. Los socialistas franceses o griegos son una especie en extinción, pero los portugueses aguantan muy bien. Son malos tiempos para los tópicos: Macron ha ganado, pero con la mitad del censo ausente yo me prepararía para la próxima embestida de los búfalos.

Entre las viejas palabras, la que más gracia me hace es oligarca. Como es sabido, todos los oligarcas son rusos porque Carlos Slim o Amancio Ortega, que salen en Forbes muy favorecidos, sólo pueden ser benefactores que reparten chuletas de ternera entre los huérfanos lapones. Aún hay una palabra más vacía: radical. Fue el adjetivo que le endosaron a Jeremy Corbyn cuando sólo se planteaba sobrevivir a su propio grupo parlamentario, unos laboristas de rodillas peladas. Sin embargo el señor Corbyn no sólo ha ganado un montón de diputados sino que afina cada vez más su imagen de flaco listo, socialdemócrata ilustrado capaz de retratarse con las jóvenes fans con el cuello irónicamente estirado y una sonrisa oblicua de complacencia.

Ya no se puede decir, porque no es verdad, que es mejor que hagan política los ricos porque no tienen necesidad de robar (conocemos unos cuantos millonarios que se han dado al saqueo con más entusiasmo que Francis Drake), ni que la izquierda es intervencionista porque nunca hubo tantas empresas públicas y privadas sobadas a fondo por manos impuras aunque manejasen depuradoras. Ni que la vivienda protegida sea una amenaza al mercado inmobiliario: Eivissa está a punto de quedarse sin médicos ni maestros porque no pueden pagarse un alquiler.

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