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Improbable bicefalia en el PSPV

Hace cosa de un mes, Pedro Sánchez dio la campanada en las primarias del PSOE. Contra la mayoría de los pronósticos, logró la victoria frente a Susana Díaz. Y, además, una victoria clara, incluso abultada, en la mayoría de las comunidades autónomas. Entre ellas, y muy particularmente, en la Comunitat Valenciana.

Sánchez se presentó a sí mismo como un líder de principios, que había sido defenestrado por el aparato susanista por negarse a cualquier componenda con el PP. Sánchez representaría a la izquierda del PSOE, frente a un PSOE de centroderecha, apegado a los poderes fácticos, encarnado por Díaz. El relato de Sánchez no tenía mucha credibilidad, en sí mismo. Pocos meses antes de su derrota en el Comité Federal, Sánchez había impulsado un acuerdo de investidura con Ciudadanos; se había enfrentado a Podemos por tierra, mar y aire; y además había perdido dos elecciones generales seguidas, con los peores resultados del PSOE en su historia reciente; lo cual, en sí, era razón suficiente para que dimitiera o le hicieran dimitir.

Pero Sánchez se salvó, o al menos salvó su imagen, gracias al exceso de celo de sus rivales. Que no sólo querían echarle (y le echaron de forma particularmente chapucera); también querían, tras echarle, investir presidente a Mariano Rajoy. Y después de eso, nada de lo que dijeran los susanistas sobre su pretendida raigambre izquierdista, su compromiso con los principios del PSOE, etcétera, serviría de mucho ante la militancia, que cuando veía el eslogan de la campaña de Díaz, Socialismo 100 %, probablemente leería Socialismo 10 %. O quizás 0%.

Llevados del entusiasmo y el afán por controlar el partido, los partidarios de Sánchez en Valencia, y en particular el flamante secretario de Organización, José Luis Ábalos, han lanzado una operación, encabezada por el alcalde de Burjassot, Rafa García, para disputarle a Ximo Puig la secretaría general del PSPV. Una operación, evidentemente, muy legítima. Pero que, tal como es presentada -un intento de izquierdizar el PSPV, que vendría a ser continuación de la victoria de Sánchez frente a Díaz- hace aguas por todas partes.

Sobre todo porque, en el camino de izquierdizar el PSPV, lo que se conseguiría es dejar totalmente debilitado al president de la Generalitat, Ximo Puig. Que no gobierna con Ciudadanos y el PP, sino con Compromís y Podemos. Que, de hecho, con vistas a las elecciones de junio de 2016 intentó organizar un acuerdo de coalición en el Senado con ambos partidos (que previsiblemente le habría arrebatado la mayoría de senadores al PP en la Comunitat Valenciana) que fue convenientemente abortado... por el entonces secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, el rojo.

Pero también hace aguas desde un punto de vista menos estimable, más pragmático. Y es que no está muy claro qué ganan los militantes, y en particular los cargos, del PSPV debilitando a quien ha encabezado la candidatura electoral que por fin recuperó la Generalitat Valenciana para la izquierda. Con un mal resultado, si lo consideramos individualmente (pero tampoco peor que los que cosechó el PSOE en otras comunidades autónomas); pero un resultado excelente, en términos de poder institucional; y no sólo en la Generalitat, también en la Diputación de Valencia, y en muchos ayuntamientos. No por casualidad, varios dirigentes del PSPV, que de forma significada han discrepado con Puig en tiempos recientes, le apoyan ahora, como el alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa; el presidente de la Diputación de Valencia, Jorge Rodríguez; o el portavoz en las Corts Valencianes, Manolo Mata.

Y la cosa ahora no suena como un apoyo artificioso, condicionado, como el que se dio desde el puigismo a Susana Díaz. Porque, al final del camino, la constatación de que Puig es el presidente de la Generalitat es un argumento muy poderoso que oponer a los partidarios de Ábalos y García: ¿exactamente, qué diferencia hay entre defenestrar a un secretario general del PSOE -Pedro Sánchez- que se niega a pactar con el PP, o hacerlo con el president de la Generalitat, que gobierna tras pactar con los demás partidos de izquierda? Ninguna diferencia... Salvo que Puig, además, gobierna.

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