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Emociones

El sábado pasado tuve la suerte de ver la final femenina de Wimbledon en #0, la que, como todos sabréis, ganó Garbiñe Muguruza. Me sorprendieron varias cosas, al principio la fortaleza de ánimo de la tenista, que levantó dos bolas de set en el primero para finalmente ganarlo, después la contundencia con la que ganó el segundo set: le endosó un «rosco» ni más ni menos que a Venus Williams, pero lo que más me sorprendió fue la frialdad con que celebró la victoria. De hecho, a juzgar por su sonrisa, parecía que hubiera ganado la americana. Garbiñe levantaba tímidamente el trofeo con un mohín que apenas daba alegría a su cara, y supongo que esto fue fruto de la tensión con que había vivido la final.

La hispano-venezolana me tenía acostumbrado a un torrente de emociones en anteriores partidos, sobre todo cuando perdía, que iban desde mostrarse contrariada al cometer un error, hasta destrozar la raqueta contra la pista si la cosa se torcía definitivamente. Luego en alguna rueda de prensa fue incapaz de contenerse y acabó arrasada por las lágrimas, no pudiendo explicarse su derrota. Estaba claro que esto no la ayudaba, y tenía que cambiarlo.

En este último Wimbledon se me hizo evidente que había entrenado con firmeza el no dejarse llevar por la emoción, y el resultado está a la vista, ya que acabó ganándolo. Pero me entristeció no verla salir corriendo, gritando de alegría hacia el «box» de su equipo. O que no agitase su puño con fuerza y levantara sus brazos desafiante, disfrutando a tope del triunfo junto a la grada que la vitoreaba. La jugadora siguió con su gesto concentrado, con una compostura muy británica (sería por el escenario) y solo de vez en cuando, como a escondidas, dejaba ver su preciosa y natural sonrisa.

Es aún muy joven, y supongo que no debe ser fácil para ella pasar del control absoluto a relajarse y dejarse llevar por la embriaguez de la alegría. Yo le aconsejaría que entrenase eso también, y solo espero que la noche del sábado se haya desmelenado en compañía de la gente que quiere y que la quiere, ya que el mayor premio de la victoria es disfrutar de ella con libertad.

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