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La ballena alegre

Ya no te puedes fiar ni del pescado azul, que tan bueno decían que era. Si el pescado es de los grandes -por ejemplo el atún- concentra mucho mercurio porque está en la cima de la cadena alimentaria. Deberíamos comer krill -ese camaroncillo de la Antártida- o, mejor aún, plancton y ponernos tan esbeltos y sanos como una ballena azul. Algunos cocineros tecnochupis ya sirven, el plancton, como si fuera comida (para personas). Los salvados tampoco pueden ser malos: pregunten a las gallinas. Ha ocurrido lo mismo, pero al revés, con el café, que dicen que es buenísimo para el hígado y contra el síndrome de la muerte repentina, no lo conozco y espero que no me lo presenten.

También dicen que un poco de tabaco es bueno para el alzheimer (para no contraerlo quiero decir). Pero yo no empecé a fumar para proteger mi cabeza, sino para ligar como Humphrey Bogart. Parece que la clave es la moderación, pero ¿para qué quieres un vicio si luego te lo fastidian con la clerical y dietética moderación? Vuelvo al café y veo que uno de los estudios favorables (está involucrado en el asunto hasta un Imperial College of London) se ha publicado en Annals of Internal Medicine. Compruebo que es una revista respetada, los grandes laboratorios invierten cantidades colosales en investigación, pero seis veces más en publicidad, que es la que te hace creer que esa crema facial desafía al tiempo y que tu detergente tiene el poder blanqueador de una supernova.

En cuanto al colegio imperial, británica era la armada que atacó China dos veces y le impuso el consumo de opio porque los chinos no gastaban un yuan (Lerma) en roast beef y otras delicias de la gran cocina inglesa. También les vendieron agua de fuego a los indios, lo vi en una película. Eso sin contar la amapola afgana que va bien, gracias, desde que los ejércitos occidentales trabajan por la estabilidad (del comercio). La calidad del esperma también es indicio de buena salud y el mejor, en España, está en el noroeste, incluso entre los adictos a la heroína. De lo que se infiere que más vale ser gallego que virtuoso.

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