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Un cristo sin tranvía

El término de València se alarga por el sur hasta subsumir La Albufera. Es así de centralista la ciudad. La Albufera ha sido la laguna más grande de España, que poco a poco ha ido aterrándose, desecándose, para la producción agrícola. El antropólogo Julián San Valero no cesó en vida de denunciar este hecho. Aún así, lo que resta de ella es un paisaje idílico especialmente en los amaneceres y atardeceres que los pintores han plasmado en miles de acuarelas.

Un historiador, Martínez Aloy reclamaba hace justo un siglo un tranvía a La Albufera, al Palmar. «Es triste confesarlo: - escribía- Valencia todavía no ha intentado establecer una mediana comunicación para salvar poco más de 10 kilómetros que la separan de la Albufera, donde una laguna que ha sido, sino lo es aún, la más grande de España, un pinar que entre aquella y el mar se extiende, y un islote habitado por típica población de pescadores, constituyen el paraje más pintoresco y ameno que puede forjar una imaginación soñadora.

El día que los cables eléctricos transporten cómodamente al viajero desde la orilla diestra del Turia, pasando por Nazaret, la Punta, Pinedo y Saler hasta sorprender la isla del Palmar y bordear todo el lago, adquirirá Valencia un singular atractivo».

La idea era profética, avanzadísima. El tranvía no contamina, ocupa poco sitio. Hubiera ahorrado la salvaje autopista a El Saler, los atascos de fin de semana y veraniegos, la contaminación de los miles de vehículos. Pero la media de nuestros políticos en neuronas es más bien escasa, son de poca imaginación , menos leídos y escasas ganas de trabajar. Con el paso del tiempo no se ha hecho el tranvía y ha desaparecido lo mejor de la huerta de La Punta, la valiosísima playa de Nazaret, apuñalado de muerte el vergel de Pinedo y se encuentra en estado comatoso El Saler. Así es cómo cuidamos y mimamos en Valencia nuestras cosas.

La Albufera, y más en concreto El Palmar, ha sido un lugar muy valorado antaño, especialmente preferido por los reyes para la caza. Hay un acuerdo del Consell de la Ciutat de mayo de 1417 -hace 600 años- por el que se dispone «fer e entoldar una barca en la nostra albufera ab un castell a popa e altre a proa, la qual nos la fem entoldar per nostre servir e deport»,para una jornada cinegética de Alfonso V de Aragón y III de Valencia, aprovechando el monarca un tiempo de descanso en esta ciudad.

Todo el mundo ha ido a disfrutar del lago, pero pocos han hecho algo por él.

Eduardo Boscá habló de nuestra Albufera como otro mar, que se extendía desde la Cruz de Conca en Valencia hasta la muntanyeta dels Sants en Sueca, 17 kilómetros de distancia entre ambo cabos, que se nutre de las aguas sobrantes del Xúquer y los barrancos y acequias que a él confluyen. Siguen todos los desagües sin el colector perimetral que ya Ignacio Carrau quería hacer para evitar la contaminación del lago.

Los pescadores y lugareños volverán a sacar la imagen del Cristo de la Salud en barca en procesión, bella estampa pictórica, impetrarán salud y poder seguir faenando en el lago, que lo quieren limpio y con abundante agua. Los políticos irán en masa a hacerse la foto, pero le dejarán la faena de cuidar el lago al Cristo, como si no fuera con ellos esa responsabilidad.

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