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El momento ha llegado

Para este 2018 me he propuesto romper la inercia del negativismo social en el que nos escudamos para justificar nuestras propias carencias y mirar el mundo a través de unas lentes que aprecien lo positivo.

Las malas noticias destacan tanto que a menudo ensombrecen todo lo demás. Pero es también nuestro deber prestar atención a lo positivo, a los avances de nuestro tiempo. Si la verdad existe ese es un debate filosófico interesante. Existen las verdades universales. Y también existe la verdad subjetiva. Cada uno tiene su verdad.

El problema del ser humano es que siempre trata de salirse con la suya y tiene muchos problemas con los límites.

Es normal que algunos límites puedan agobiarnos. A todos nos molesta que nos cambien la velocidad en la carretera cada mil metros pero es lo que hay y no nos queda otra que aceptarlo, o si no nos multan.

Sería matizable si esas normas tienen o no sentido. Si son de verdad necesarias. Pero no podemos dejar que los matices tomen el protagonismo y ensombrezcan lo realmente esencial. En este caso lo esencial es que cada vez hay menos muertes en la carretera. Lo esencial es el contenido más profundo, el sentido último de las cosas.

Es indudable que estamos avanzado en la lucha por la igualdad de géneros. Aún hay muchísimo que hacer pero estamos en ello, reconozcámoslo. 2017 fue un año con una gran actividad en esta dirección y estoy convencida de que todo eso no caerá en saco roto.

En nuestro país se puso en valor acuerdos como el pacto contra la violencia de género, o el sellado recientemente para la subida del salario mínimo interprofesional.

En este sentido la labor de la primera ministra Islandesa, Katrin Jakobsdóttir, feminista y ecologista, prioriza en su programa la salud, la educación y la igualdad y ha sido, sin duda alguna, un ejemplo inspirador para el resto de países. Otro dato positivo fue el éxito de la campaña «metoo» que puso de manifiesto la magnitud del problema del acoso y abuso que sufren las mujeres y niñas de todo el mundo. Por fin, miles de mujeres aunaron sus voces y se atrevieron a hablar alto y claro sobre un tema tan delicado como el abuso.

Todos, hombres y mujeres, tomamos conciencia de ello y aplaudimos esa iniciativa. Eso es un avance importante, algo esencial. Que los ciudadanos nos comprometamos con esta causa es importante.

El año pasado hubo más de 30 mil denuncias por agresiones físicas. Sólo en España hay una media de tres violaciones al día, una cada ocho horas. Y es esencial conseguir que esto cambie.

Por ello, los matices que añade el manifiesto de estas cien intelectuales francesas lideradas por la actriz Catherine Deneuve, publicado en Le Monde, en ningún caso puede ensombrecer lo esencial de esta lucha. Una lucha que es de todos, no sólo de las mujeres, también de los hombres que nos quieren y escuchan que por suerte son muchos.

Ophra Winfrey conmovió al planeta entero con su brillante discurso en la 75 edición de los Globos de Oro y por ello la reacción del manifiesto francés me parece completamente fuera de lugar.

No se trata de tocar una rodilla, ni de robar un beso. Hablábamos de abusos reales. Abusos dentro de la propia familia, en el colegio, en la iglesia, en las esquinas de las favelas, en los prostíbulos de capitales como Mumbai, Dubai o El Cairo, en las aldeas africanas, en las universidades americanas. Abusos en mayúscula, no que se te insinúen con torpeza.

Me encanta el cine francés pero no confundamos la estética de la sensualidad cinematográfica con la vida real. En la vida real las relaciones deben ser en todo momento consentidas. Estoy de acuerdo en que hay que alentar a que la mujer sea más valiente a la hora de enfrentarse a estas situaciones pero lo primero es protegerla. También el hombre tiene el deber de trabajar en su autocontrol. Eso del «flirteo torpe» me suena al típico borracho de las bodas. A mi entender ese tipo de conductas no son graves pero si pueden llegar a ser incómodas, además de que, normalmente, ese tipo de manifestaciones disminuyen la libido de cualquiera.

El feminismo no está dividido aunque a muchos carcamales, y bajo esta definición englobo tanto a hombres como a mujeres, ya les gustaría que lo estuviera.

Lo dicho, no confundamos los matices con lo esencial. La Deneuve es una grande de la pantalla pero estoy segura de que no pasará a la historia del feminismo por defender a Polanski ni tampoco por este manifiesto, eso es más que evidente.

Me quedo con el discuro de Oprah Winfrey que mostró gratitud a todas las mujeres que han sufridos abusos «like my mother» añadió la presentadora, y que con vehemencia auguró el fin del tiempo de «los hombres poderosos y brutales».

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