Si decimos «Francis» a secas, sin una sílaba más, está claro que nos referimos a Francis Montesinos. Del que ahora nos sorprende -y nos entristece- saber que no estará presente en la muy próxima Mercedes Benz Fashion Week de Madrid: una ausencia clamorosa que ha desatado comentarios, interrogantes, dudas y perplejidad.
Al parecer (aunque el interesado no se muestra muy explícito) existe un gran disparidad de criterios entre el diseñador valenciano y la nueva directiva, cuyas orientaciones no son aceptables para él, que lo único que aduce es «la diferencia abismal» existente entre la dirección anterior y la actual. Lo cierto es que esta divergencia ha dado como resultado que por vez primera desde los años 80 no desfilarán en la antes llamada Pasarela Cibeles los modelos de Montesinos, produciéndose un vacío que va contra la trayectoria de la moda española, en la que Francis ha escrito muchas de sus páginas más brillantes, y no pocas de ellas precisamente en la pasarela madrileña.
En bastantes de sus ediciones han sido las colecciones de Francis y su arrollador concepto de la puesta en escena lo que ha inyectado fulgor, nervio y espectacularidad, con una visión exuberante (y en tantos aspectos, transgresora) de la moda, dando origen a reflexiones, ensayos y libros en torno a quien ha sido referente clave en una vanguardia rompedora y allanadora de caminos para los que han venido después. Muchos de los éxitos o aciertos de autores posteriores no se explicarían sin la anterior y valiente inspiración de Francis Montesinos. Por ejemplo: si Palomo Spain desfilará el día 28 en el Teatro Real, su antecedente claro son los desfiles memorables de Montesinos abarrotando estadios y plazas de toros.
La pasarela madrileña, en su edición de la semana que viene, estará incompleta. No es lógico que falte en ella un autor de la talla y el historial de Francis Montesinos, ni su hueco es posible de ocultar. La moda es como una cadena a la que se van agregando eslabones nuevos, pero en la que son imprescindibles los valores asentados y referenciales.
No puede faltar un solo eslabón, sobre todo cuando (como en este caso) es de oro.
