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Maite Mercado

Esteticismo y miseria

Si gustan de las historias de ficción que recrean nuestro pasado, están de suerte con «La Peste», la serie de Movistar+ que nos traslada a la Sevilla de finales del siglo XVI de tal manera que casi podemos oler la suciedad y los cuerpos podridos por la terrible enfermedad que asoló realmente la ciudad en 1649. Entonces la capital andaluza era el puerto a las Indias, con gentes de todas partes donde se probaban productos recién llegados como el chocolate o las llamas se mezclaban con las gallinas.

El coste de la producción, diez millones de euros, se nota y a la luz del día aparece esa seductora metrópoli. En las escenas nocturnas y en interiores, quizás demasiadas, el director Alberto Rodríguez y el responsable de Fotografía, Pau Esteve, han querido ser tan veraces mostrando cómo debía ser vivir sin electricidad que en muchas ocasiones cuesta ver algo entre las sombras. Se recomienda ver la serie de noche para que ningún molesto reflejo de luz en la pantalla impida desentrañar lo que sucede. Esta oscuridad buscada unida a un sonido mejorable y a una trama igual de oscura exige al espectador bastante concentración para degustar los seis episodios.

El caso del asesino en serie a quien persigue Mateo -excelente Pablo Molinero- por encargo de la Santa Inquisición, es un gran MacGuffin, una excusa argumental para deleitarse con la exquisita fotografía y puesta en escena: el naturalismo de los mártires de Caravaggio en los enfermos y en los cadáveres arrojados en las fosas comunes; maravillosas composiciones plásticas que podrían haber imaginado Velázquez, Rembrandt o Vermeer, cuando Teresa está pintando con una toca que recuerda a la joven de la perla, joya que también luce la actriz Patricia López Arnaiz.

La belleza de las imágenes deja ver con toda su crudeza la extrema pobreza en la que vivía la mayoría en aquella época y la también extrema codicia de comerciantes que aprovechan hasta la plaga para especular con trigo en estrecha connivencia con las autoridades civiles, hombres que, además, desprecian a las mujeres, débiles e incapaces de gobernar sus propias vidas.

Ciertas cosas parece que nunca pasan de moda. Menos mal que sí dejamos atrás el método de castigo del momento para herejes, conspiradores y corruptos, estos últimos como los que dan vida a nuestros informativos. Brutal ver cómo se quemaba en la hoguera y cómo disfrutaba la muchedumbre. No se la pierdan.

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