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El bautizo de Nelson

Sabes que Lina ha adoptado un negrito?- anuncia Pitita. «¿Y cómo se llama?». Pues mira, chica, no lo sé, pero es monísimo, se llame como se llame, y después de todo, qué más da, el nombre pronto será otro, pues Lina ha pensado en bautizarlo por el rito católico.

Ya me ha enseñado el traje, que es una verdadera cucada. Es más bien como de comunión, pues el nene tiene ya ocho años y no es cuestión de ponerlo en faldones de cristianar, ahora eso sí, irá de color blanco ceremonia. Figúrate, va a estar el niño hecho un primor, tan morenito él con ese traje tan blanco.

Yo no te creas, también he pensado en adoptar ahora que Nachito está tan mayor. Eso de adoptar niños exóticos es muy como de las celebrities. Ya lo han hecho Nicole Kidman, Madonna y Angelina Jolie. Es que el glamour es cien por cien compatible con la filantropía, no me digas.

A mí cuando veía en las revistas las fotos de lady Di en esas aldeas lejanas del mundo, tan rodeada de niños necesitados de todas las razas, se me movía algo por dentro, como que me daban ganas de ponerme el traje del coronel Tapioca y darme a la aventura de la beneficencia.

Y si no lo he hecho, sólo ha sido porque soy muy alérgica a las picaduras de los insectos y, por esas latitudes, más que picar, muerden. Claro que adoptar es otra cosa, muy bonita también, aunque menos arriesgada y me sigue tentando, si no es porque luego pienso en lo mal que le han salido las adopciones a Isabel Pantoja y José Ortega Cano y me echo para atrás.

Imagínate, con lo difícil que es educar a un hijo de tu sangre, qué será hacerlo si viene ya con otros genes; que la genética condiciona y sale por donde tenga que salir. Por no hablar de las rebeldías propias de adolescencia, que en cuestión de padres postizos se ponen más crudas todavía y da para mucho psicólogo, mucho psicoanalista y en fin de los enfines.

Pero bueno, espero que a Lina le vaya bien, por cierto, ¿te ha invitado ya al bautizo?

-Pues no€

-Claro, como tú no eres mucho de ir a misa, pero ya me encargo yo, donde caben 200, caben 201.

Vamos Pitita y yo a la ceremonia en la capilla particular de la casa de campo de Lina, perfumada de modo angelical por los adornos florales en blanco. El niño Nelson, que pronto pasará a llamarse Borja, tiene aún en sus ojos cándidos y melosos una sombra de extrañeza frente a todo lo que le rodea y lo envuelve como ese trajecito presuntuoso de almirante, pero pronto se adaptará e incluso llevará con soltura cada mañana el pantaloncito de cuadros escoceses y el jersey azul marino con el escudo bordado de colegio de pago y, con esa etiqueta de clase, se integrará en el medio y aprenderá a ser pijo y altivo.

Almorzamos los adultos en plan bufé en los salones, mientras los niños disfrutan de una fiesta con magos y payasos en el jardín y, al llegar a las copas, Lina nos propone un rato privado de fiesta para chicas.

Nos vamos todas a un sótano muy bien acondicionado con su barra y sus lucecitas de discoteca a esperar la sorpresa que Lina nos tiene preparada y, a la par que suena la musiquilla de la de Kim Bassinger en Nueve semanas y media, se vislumbra entre penumbras la presencia de un joven en gabardina, que procede a despojarse de ésta y otras prendas más, la verdad que con poquísima maña.

Pese a la torpeza del stripper amateur, las mujeres aúllan y aúllan, lo que al joven intimidado le hace perder del todo el poquísimo dominio que ya tenía del protocolo erótico y casi cae al suelo, después de tropezar con un bafle.

-Parad, chicas, parad- grita Pitita al coro de bacantes descontroladas- que yo conozco a este chaval. Es Carlangas, el amigo de Nachito.

Y dicho esto, Pitita se acerca al chico y lo amonesta:

-¿Pero qué haces, Carlangas, un chico de tu clase? ¿Es que te has vuelto loco?

El muchacho, azorado hasta las lágrimas, replica:

-Estoy haciendo prácticas en una empresa, pero como no me pagan, me he metido en esto para sacarme un dinerillo.

-Pero ¿por qué no se lo pides a tus padres?

-A mis padres les han subido mucho el alquiler de la clínica dental y, para colmo, cada vez hay menos clientes. Están al borde de la ruina.

-Ay, por Dios, cuánta desgracia, pero ven, ven conmigo y tómate algo para relajarte.

Carlangas, después de darle unos tragos al gintonic, mira a Pitita extasiado:

-Siempre he pensado que era usted la mujer ideal, desde que era un niño e iba a su casa a hacer los deberes con Nachito. Yo entonces ya soñaba€

-Calla, calla, si podrías ser mi hijo.

-Pero no lo soy- observa el chaval.

-Claro -conviene Pitita- ni siquiera eres mi hijo adoptivo. Menos mal€

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