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Aventura prometeica

Hay una callejuela en Velluters a la vera del viejo hospital hoy biblioteca que lleva el nombre del editor Cabrerizo, un maño de familia hidalga nacido en una aldea de Calatayud, hijo de labrador que fue rico (es decir, que ya no lo era) y que se libró del arado probablemente por ser el más pequeño de sus hermanos. Ese editor que se apropió del oficio a tirones, según crecía, como dependiente de librería y encuadernador, sufrió cárcel y exilio que nos cuenta en Memòries de les meues vicissituds polítiques des del 1820 al 1836. Mariano Cabrerizo fue liberal, aprovechó el destierro para traerse traducido a Goethe, Chateaubriand, Voltaire o Byron y no sacó partido de sus cargos. Un espadón que quiso exponerle a la humillación pública sólo consiguió que la gente de Valencia aclamase al reo.

La colección de Alfons el Magnànim, que dirige Xavier Serra, se propone combatir nuestra desmemoria. Ya decía el viejo senador socialista por Alacant Josep Bevià, en hermosa imagen homérica, que somos un pueblo de comedores de lotos, tan ignorantes de nuestra raíz que solo funcionamos hacia delante en una especie de agitación mercurial constante. En esa misma colección, el Diari de Sotaia de Joan Pellicer ha alcanzado la tercera edición.

Una estremecedora pieza memorialista es Camil Albert. Memòries de la viuda d´un anarquista, de Matilde Gras, la viuda del título. Camil Albert, de Sueca, se embarcó a los catorce años para tomar las armas en las filas de Pancho Villa, naufragó frente a Nueva York (fue el único superviviente junto con el cocinero) y fue rescatado y deportado a Francia. Salió vivo de una aplicación de la ley de fugas en 1920 (no tuvo tanta suerte el tío abuelo del actual jefe de publicaciones de la Diputación, Vicent Ferri), aunque no pudo librarse de la infecta maquinaria de exterminio que puso en marcha el general Franco. Son páginas escritas en la pobreza y la soledad, tocadas por la yerta sombra de la delación. Una familia que, sin embargo, atesora nombres como Espartaco, Liberto o Redención, huellas en la arena de una aventura prometeica.

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