Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Financiación autonómica: cómo reencajar a Cataluña

Algún día, esperemos que lo más cercano posible, el artículo 155 dejará de aplicarse. Cuando ocurra, Cataluña y el resto de España deberemos hablar de financiación, pero esta vez en serio, aparcando argumentos sentimentales de pertenencia que tanto daño están haciendo. Un nuevo acuerdo es condición necesaria para reencajar a Cataluña, sin la que España es inconcebible. En vísperas del final del 155, necesitamos tener sobre la mesa una propuesta factible y generosa para que el doloroso espejismo independentista empiece a metabolizarse. Nadie dice que vaya a ser fácil, pero es vital.

Ni el grupo de Carles Puigdemont ni ERC tienen entre sus prioridades participar en el debate del futuro de las comunidades autónomas (CC AA). Incluso los partidarios de formar un Govern con urgencia no van a sentarse sin más. Textualmente, «sobre la mesa de negociación de Cataluña con el Ejecutivo central debe haber muchas otras cosas por delante de la financiación». Por ahora no parece importarles mucho lo que pueda ocurrir con el resto de CC AA.

La historia es tozuda. Han pasado cuatro años desde que el Ejecutivo catalán renunciara a participar en la negociación de la financiación. En 2014, el exconseller de Economía, Andreu Mas-Colell, padrino de la posible presidenta catalana Elsa Artadi, plantó al Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) renunciando a la negociación sobre la financiación. La estrategia se mantuvo con Oriol Junqueras en la conselleria. El líder de ERC convirtió en un carrusel la silla catalana del CPFF, por la que pasaron el entonces conseller de Exteriores, Raül Romeva, el de Justicia, Carles Mundó, y el actual secretario de Economía, Pere Aragonès, que en julio del año pasado, sin poder votar en la reunión del reparto del déficit para el 2018, no se cortó en lo más mínimo: «Venimos tranquilos a estas reuniones porque el futuro de las finanzas de Cataluña no estará en el CPFF, ­sino en manos de los ciudadanos de Cataluña».

Para incrementar la dificultad, esta semana, emulando el autismo administrativo de su jefe Cristóbal Montoro («ni un euro del FLA ha sido destinado al proceso independentista catalán») el secretario de Estado para la Administraciones Públicas, Roberto Bermúdez de Castro, se ha descolgado con una decisión casi patética: ordenar a este mismo secretario de Economía catalán que acuda a la próxima reunión del CPFF. El debate sobre la financiación no puede avanzar sin que participe un Govern en Cataluña. No admitirlo supone dar la independencia catalana como inevitable.

Antes del 155, estuvo la liturgia del comité de expertos de parte de las CC AA, en el que Cataluña no participó, pero que contó con el representante de Baleares, Guillem López Casasnovas, como defensor de la visión catalana. Fue otra oportunidad perdida.

Guste o no, la descentralización hoy es un sentimiento muy arraigado en nuestra democracia, por lo que no cabe otra cosa que reformar la actual arquitectura (geográfica, política, financiera y administrativa) de las CC AA. Cataluña planteaba un tránsito desde el actual modelo de necesidades fiscales (un Gobierno central recauda, las CC AA claman por sus necesidades de gasto y el ministerio dispone) hacia otro basado en la capacidad fiscal, de soberanía tributaria compartida, donde cada una de las CC AA, si lo deseara, gestionaría sus impuestos para financiar sus propias competencias. Todo ello con un mecanismo de solidaridad y nivelación aceptando que aquellas CC AA más ricas gozan de mayor capacidad fiscal. Este mecanismo debe ser:

-Una decisión pactada, no discrecional, ni impuesta y con una regla equidad identificable.

-Parcial, para no erosionar la necesaria responsabilidad fiscal del ciudadano beneficiar y centrado en los servicios fundamentales del estado del bienestar (no de cualquier gasto que se les ocurra a las CC AA).

-Objetivamente evaluable periódicamente en su destino, para reducir la desigualdad interna personal, que es la que importa, de las CC AA receptoras.

-Garantizar servicios públicos, no a igualar imperiosamente las rentas medias, relacionadas con el desarrollo regional. Estas rentas tienen más que ver con la economía pública que con el empleo público, temas que poco tienen que ver con la financiación autonómica ordinaria.

Aunque sea impopular plantearlo, la posible solución pasa por reconocer que no todas las CC AA tienen la misma coherencia histórica y factibilidad económica. Además de diferencias importantes en lo que a recursos se refiere, reconozcamos que los ciudadanos (no los políticos regionales actualmente ejercientes) de algunas CC AA, aun hoy, se sienten más próximos a su provincia (o isla) que a su autonomía (quizás Gerona se sienta mucho más Cataluña, que Almería lo haga respecto a Andalucía, o que Alicante con la Comunitat Valenciana o Menorca con Baleares). En consecuencia, los mecanismos para su financiación no tienen porqué ser uniformes. Las opciones están abiertas: la vía de la necesidad (la actual) o la capacidad fiscal (a modo de un pacto concertado). Sin romper la Constitución es posible optar por una de ellas. No todas las CC AA aspiran a un mismo nivel autogobierno y ello no significa que dejan de ser españolas.

Admitir la simetría es reconocer la pluralidad existente. Un desigual puede llegar a mostrarse como igual, pero mientras esto no ocurra, el café para todos ha acabado siendo una forma de diluir las diferentes aspiraciones autonómicas. En busca del acuerdo, recordar que Cataluña tradicionalmente no ha pedido un concierto a la vasca (el mayor ejemplo de insolidaridad que sufrimos el resto de CC AA) pero sí más soberanía tributaria, para ejercer más responsabilidad fiscal y más autogobierno.

El lunes pasado, Alfonso Guerra recordó en València que la Constitución se hizo a base de renuncias de ambos lados, en búsqueda de lo fundamental. Es posible que para algunos, discutir una propuesta como la expuesta (que los independentistas radicales descalifican en Cataluña) pueda ser vista como una cesión al secesionismo. Quienes desde el resto de CC AA la rechacen, deben saber que pondrán al límite la unidad de España cuya idea estarán traicionando.

Si el equipo de Mariano Rajoy no está dispuesto a cambiar nada, quizás habrá que pedirle que dimita, por ser incapaz de gobernar la España de las CC AA. Aunque el PNV le permita sobrevivir unos meses, los españoles necesitamos esperanza y claridad. Seguir con «ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio» es una actitud melancólica y suicida para todos.

Compartir el artículo

stats