Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Todo sigue igual y da lo mismo

Me han visto ustedes algo contenido, pero no es que haya llegado una caja ni regalo, o que espere salir en ese À Punt (dos documentales míos sí, pero están sin cobrar todavía). Estaba dejando pasar el tiempo para hacer mi memorial de greuges, de algo de lo que no funciona en esta ciudad, cap i casal, dicen, València por más señas.

Observo callejeando qué cantidad infame hay de solares sucios, no vallados, muy en especial en Velluters, con inmundicias. Y pasan meses y todo sigue igual. También que en algunos barrios o no hay jardines, o están desertizados, como la plaza del Carmen, desde hace años. ¿Para qué gastar? ¿Será que no cobran la contribución urbana? Me temo que lo contrario, cobran como calle de primera o segunda, más que en la avenida Blasco Ibáñez, donde pagan un tercio menos y peor, en el bulevar con jardines, pagan solamente un tercio que los anteriores. Será la justicia sin seso o locos de remate y a boleo...

De otro lado, les ha salido genial lo del cambio de rotulación en las calles, para borrar los nombres nefandos, como en Castán Tobeñas -donde vivía el actor Eduardo Bea-ahora pone calle Democracia (y podría poner Libertad) pero debajo pone (no se rían): antes Castán Tobeñas. Así que la plaza del Caudillo o debería ponerlo así también, o poner: antes plaza del País Valenciano. Alguien decide por nosotros, pero dudo que piense. Será ilógico, a-lógico. ¿Quién será el responsable? ¿Alguien o nadie?

Mi deporte favorito es esperar a los autobuses urbanos; ya han cambiado más itinerarios, empezaron antes de Fallas, luego les pilló a medias y al volver (nos fuimos un mes) no podíamos entender nada. Es más fácil el metro de Nueva York. Aquí hay más frecuencia del servicio de noche en sábado o domingo, así que si abren con nocturnidad iremos de compras y no solo de juerga. Quieren que vivamos sin dormir y no trabajemos, o que trabajemos en locales nocturnos. Si pagan bien, pero que yo sepa?

Para meditar sobre la realidad y la circunstancia da gusto estar de pie en una parada desarbolada, sin banco, sin cartel y nada de información, a ver si pasan y cuándo. Al salir de los cines Yelmo, había desparecido la línea, y sin una mínima información en 500 metros, eso sí que es ir a más. O doy con un cartelito incomprensible para mí y para el australiano que tiene su hostel en la calle de la Paz. Estábamos frente a Nuevo Centro.

Resulta maravilloso comprar DVDs caros en El Corte Inglés y preguntar a la empleada. «Mire, yo no sé nada de cine, yo soy de libros». Y en la sección de libros preguntas por uno de Josep Pla recién salido y te dice si es «novela negra o histórica». Se te cae la cara de vergüenza ajena. Ya vamos bien, vamos hacia la burrera global. A mí me pone a rabiar este desbarajuste y no diré lo que sucede en la sección de boutiques de caballero en la que gasto como si fuera millonario y se me va la empleada rubia y me deja a medias y luego, cuando le pongo mala valoración, va y me dice: «A mí me da igual».

Me siento en una cafetería de la Gran Vía y los coches zumban a toda máquina, así me voy por Taquígrafo Martí, en donde no hay placa para Carceller -el editor de La Traca- ni para Juan Gil Albert ni para Antonio Rodríguez (fundador del PCE que sale en los libros de Semprún o de Goytisolo). Quedo en una heladería italiana con mi amiga Concha Luján, que es una rubia deslumbrante, y nos dan una mala mesa, lo que no me sucede en Praga, donde me dan la mejor y el servicio es más profesional y no cambia con cada estación. Pero todo da igual en València porque no tiene remedio.

Compartir el artículo

stats