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Un tiempo nuevo

Todo en la vida tiene su retribución. También Rajoy ha tenido su némesis, la justa retribución a lo que ha sido durante demasiado tiempo un ejercicio del poder labrado en medio de una marea de corrupción, de la que, por el momento, ha emergido tan solo una pequeña parte. La suficiente para que la sentencia del caso Gürtel haya revelado lo que todos sabíamos: que en el PP se generó una estructura corrupta que, al amparo del poder, pretendía permanecer impune. Ningún país, ningún Estado, ninguna institución puede resistir algo así. Y menos un Estado democrático, pues como ya los clásicos dijeron, la corrupción es el talón de Aquiles de la democracia, su segura destrucción.

Ha tenido que aparecer una persona que fue desahuciada por una parte de su partido, que abandonó por decisión propia su escaño al grito de no es no a Mariano Rajoy, que se arremangó la camisa, se subió a su coche y convocó a la militancia socialista, para devolver, no solo al socialismo, sino al país entero, la dignidad perdida. Solo así ha sido posible poner punto final a una situación insoportable e inaugurar un tiempo nuevo. Porque, aunque para algunos resulte increíble, inconcebible, esta batalla ha sido una batalla por la dignidad. Y se ha ganado.

Todavía tuvo Rajoy la posibilidad de redimirse, de reconocer su personal responsabilidad en todo lo sucedido, de dimitir, como Pedro Sánchez le pidió en el debate de investidura. Pero no lo hizo, certificando su último error, que pesará como una losa en el devenir de su partido. Y otra ocasión perdida para el señor Rivera, el que parecía ser líder de la lucha contra la corrupción, a quien su voto a Rajoy le pasará también factura.

Hemos de celebrar que los mecanismos constitucionales, una vez más, han funcionado. Nadie podrá dudar en adelante de la independencia de los jueces y del funcionamiento del esquema de poderes del Estado. El parlamentarismo, tanta veces denigrado, se ha revelado como un instrumento utilísimo para restablecer la normalidad cuando se produce una crisis de confianza de la envergadura de la que hemos vivido. Un sistema parlamentario, que si bien necesita algunos ajustes, es el más adecuado para asegurar la gobernabilidad en un espacio político que es plural, donde no hay ya dos partidos hegemónicos que se turnan en el poder. Mediante la moción de censura constructiva, una herramienta que hemos de agradecer a las constituyentes del 78, se ha podido cerrar la crisis y formar un nuevo gobierno.

Pedro Sánchez tiene por delante una tarea ilusionante, no exenta de dificultades. En el tiempo de que disponga antes de convocar elecciones generales, tiene la obligación de revertir las peores políticas practicadas por el PP en estos años, fortalecer las instituciones, poner las bases para avanzar en la cohesión social y territorial, garantizar los derechos sociales de los damnificados por las políticas de austeridad e impulsar políticas progresistas en los diversos ámbitos. El objetivo es la estabilidad; preparar a España para acometer con garantías de limpieza, unas elecciones que, estas sí, marcarán el rumbo político de España para los próximos años. Le deseo éxito.

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