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Afrontar lo evidente

Hace años que los barcos cargados de seres humanos rescatados en el Mediterráneo se han vuelto imagen cotidiana en los noticiarios. Ahora, además, lo son las jaulas con menores de edad que Estados Unidos retuvo por atravesar junto con sus padres la frontera mexicana en busca de mejores condiciones de vida. Las cifras dicen que 250 millones de migrantes se mueven hoy por el mundo. 250 millones de personas de origen diverso que dejan sus países por distintos motivos, desde la propia supervivencia alimenticia hasta la represión sexual o la inexistencia de derechos básicos, y, también, por otra causa en aumento: las catástrofes medioambientales fruto del cambio climático. Entre los vaivenes judiciales y políticos que nos zarandean este comienzo de verano, apenas si asoma nuestra particular cuota de contacto con los inmigrantes llamados ilegales: las pateras que llegan a las costas canarias y andaluzas. Coincidiendo con la noticia de que la tasa de natalidad española desciende, vuelven los jóvenes subsaharianos que, como cada año, se juegan el físico con tal de pisar suelo europeo.

Según estadísticas de la ONU, para 2050 el 25 % de la población mundial vivirá en África. En 2030 habrá más de 500 millones de habitantes en la zona ribereña del sur del Mediterráneo; el 60 % de esos 500 millones tendrá menos de 30 años. Mientras tanto, a este lado del mar habrá una España cada vez más envejecida; una Europa cada vez más necesitada de savia vital nueva que, por lo visto, es incapaz de generar. Una Europa rica, aunque empobrecida en cuanto al relevo humano. Así, desde hace años convivimos con una realidad palpable: la mayoría de los ancianos con recursos reciben cuidados de personas inmigrantes, muchas de ellas sin papeles. Hasta ahora el Estado no gestiona con eficacia un proceso demográfico evidente, imparable y que va en aumento: el envejecimiento de la población, la creciente cantidad de ancianos longevos que siguen siendo ciudadanos, pero que, en términos asistenciales, pasan a ser ciudadanos de segunda categoría. Como siempre, se apela al voluntarismo para mantener una mínima dignidad: cuidadores -cuidadoras en su mayoría- familiares en el caso de las rentas más bajas; personas inmigrantes, si se disfruta de una situación financiera acomodada.

La peripecia del Aquarius subrayó la filantropía puntual de nuestro Gobierno; por desgracia, la precaria situación de los centros donde se acoge en España a los inmigrantes desluce la estampa idílica con que se recibió a quienes llegaron en un barco mediático, en vez de en patera. Como de costumbre, se actúa con gestos aislados pero se cierra los ojos ante un hecho palpable que, por mucho que algunos quieran, está ahí y no va a desaparecer, sino todo lo contrario. Éste es uno de los frentes cruciales donde ha de probarse la calidad del nuevo gobierno; ojalá esté a la altura.

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