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Bella y libre

Hace muchos años, la tele entrevistaba a un alcalde de la Castilla profunda y aquel buen señor, en vez de expresarse en el dialecto cereal -que es certero y fulminante incluso cuando es mesurado- lo hacía en la neolengua que hablan los directores generales, un chamulle petulante, poco indicado si no tienes práctica en engatusar al auditorio. Cuando uno sucumbe a las supuestas gracias de la corrección política lo hace por lo mismo que algunos periodistas trufan sus noticias con giros manidos y muletillas a granel. Por pereza y miedo. Por no contar lo que tienes que contar y que intenta escurrirse entre los dedos, decía Josep Pla.

Otro sabio, Victor Klemperer (Lingua Tertii Imperi), presumía de haber aprendido a descifrar los partes de guerra nazis. Si decían que los soldados alemanes peleaban valerosamente es que se replegaban (no en vano era un especialista en Voltaire). Los gabinetes de prensa del III Reich eran afiligranados, exquisitos: en el Berlín olímpico de 1936 tenían que seducir a la prensa extranjera. A la prensa nacional la encarrilaban mostrándole el garrote. De lo que se infiere que la lengua es no sólo lo que somos y hemos sido, sino todo lo que podemos ser. No es buena idea ponerle cotos, prohibir el insulto y la blasfemia o tratar de frenar el cohete con la mano, el idioma es un fenómeno magmático.

El otro día, una señora apuñaló hasta la muerte a su novio en Lugones, Asturias. Me quedé esperando a ver si había alguna concentración de repulsa (los vecinos decían que la víctima era una bellísima persona y que andaba con malas compañías, pero eso también lo dicen de los asesinos, ellos también son perezosos). Pero se ve que el muerto no tenía el género apropiado (¿y cuál es?) y la solidaridad no le alcanzó. Ponerle riendas a la palabra es mala idea: una judiada no deja de serlo porque sea su autor un cristiano viejo. Stalin ya fracasó tratando de imponerle a la belleza del ruso el cabestro soviético. Los bailarines rusos de gira se acercaban a Chile sólo para poder oír a un viejo exiliado ruso-armenio que hablaba como un personaje de Chéjov. Y les comprendo.

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