Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La riada revisitada

Vuelven, en el Muvim, en el Museo de la Ciudad, y en el Museo Militar de València, tres exposiciones sobre la riada de 1957, hasta el 14 de octubre, fecha en el que se cumple su 61 aniversario, y con ello el recuerdo de la lucha contra el agua, el barro y el silencio. Pues los efectos de la riada no alcanzan únicamente a la generación que la vivió sino a la ciudad que siguió y, con ello, a todos sus ciudadanos de generaciones posteriores, lo que justifica de estas exposiciones. Las pérdidas económicas también fueron muy cuantiosas, principalmente en Nazaret, por donde alcanzaba la desembocadura del río, y en los barrios limítrofes del cauce, a su paso por la ciudad de València, como Sagunt y el Carme. Fue con la decisiva financiación de los valencianos, al añadir durante años en el franqueo postal ordinario un sello adicional, como se pudo realizar la colosal obra de desplazamiento del cauce del río Turia en su último tramo, conocida como Plan Sur, lo que permitiría recuperar para la ciudadanía -tras la reivindicación popular, «el llit del riu és nostre i el volem verd»- el viejo cauce.

En el barrio del Carme, la catástrofe fue descomunal, y muchos vecinos vieron cómo las aguas inundaban sus negocios y domicilios. Por ejemplo la tienda de muebles Peris, en la calle de Roteros 14 -cuyos ecos de la popular cuña radiofónica, más tarde recuperada en la voz de Lluis Miquel, versión Patxinguer Z, resuenan todavía en las cabezas de muchos valencianos- quedaría totalmente anegada por las aguas. El «pont de fusta», próximo a la estación del ferrocarril de vía estrecha, «trenet», hoy sede de la policía autonómica, sería engullido por la riada; la pasarela de la Exposició, más tarde lugar de emplazamiento del puente de Calatrava, sería igualmente partida por su mitad por la fuerza de las aguas embravecidas. Las calles de las Barcas y de la Nau, nombres de resonancias náuticas, donde en el pasado transcurría uno de los brazos del Turia, volverían a recoger las caudalosas aguas.

Y luego el inmenso barro acumulado. Las primeras Caterpillar eliminado los rastrojos, y los camiones trasladando residuos y facilitando alimentos a los más necesitados. Así, la Casa de Caridad, situada junto al río, en cuyo cauce en aquellos años aún habitaban familias, no dejaría de atender ni un solo día a quienes la requerían. Tras la inundación, un cincuenta por ciento del barrio del Carme se encontraba en situación de inhabitable. Según, Cristina Escrivà, en el refugio antiaéreo utilizado durante la guerra civil en la calle de Dalt, aún habitaban, casi veinte años después de finalizada la guerra, familias en condiciones precarias, que la riada acabó de desahuciar. Por todo ello, resultaba urgente planear de inmediato las medidas necesarias para evitar el desplazamiento de los vecinos, cosa que lamentablemente no se hizo, lo que llevó a muchos de sus habitantes a cambiar de domicilio, sin que dejáramos de ser del barrio.

Con estas circunstancias, y ante el silencio generalizado, hubo quienes plantaron cara a las autoridades estatales, reclamando más atención para València por la catástrofe padecida. Fueron, entre otros, Tomás Trénor Azcárraga, alcalde de València; Joaquín Maldonado Almenar, presidente del Ateneo Mercantil; y Martín Domínguez Barberá, director de Las Provincias, el cual en un recordado discurso pronunciado en el Ateneo -«cuando enmudecen los hombres, hablan las piedras»- reivindicó una mayor atención hacia sus conciudadanos por parte de las autoridades de la administración central, lo que, al poco, les supuso su sustitución y, hoy, al contemplar sus retratos expuestos en la exposición del Muvim junto a su reconocimiento, nuestro sentimiento agradecido, décadas más tarde, a quienes, mantuvieron una actitud ejemplar en aquellos momentos, en los que resultaba tan difícil y necesario mantenerla.

Compartir el artículo

stats