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Ritos de agosto

Tenemos, en familia, un rito de agosto: salir en el coche hacia una playa al norte de Sagunt donde dicen que la gente es aún espabilada y feliz, que la línea de costa sigue protegida por dunas (con lirios, palmeras y tamarindos) y el agua tiene el color de una esmeralda turbia: como las pupilas de una muñeca barata. Es una playa pedregosa, con marjales y una ocupación baja de la línea litoral por parte de nuestro dios único: el ladrillo, que está en todas partes, según el catecismo.

Los franceses deben de pasarse la voz porque todos los días hemos visto familias al completo de franchutes cerca de nuestra sombrilla. Hay que vigilar a los críos, el agua cubre al adentrarse unos metros en el mar. Los ritos y fiestas de agosto: si fuera por ellos jamás hubieran raptado y asesinado a Aldo Moro porque para los caballeros italianos es de mal tono tanta tarea -y tan sucia- en pleno ferragosto. Lo correcto es desaparecer. O perderse en la soledad de edificios desertados que crujen en la madrugada y respiran con extraños pasos furtivos a un piso por encima de tu cabeza. La ciudad vaciada. Sueca por San Roque es como un poblado minero de Nuevo Méjico donde se agotó la plata.

Así que disfrutamos del beneficio de los baños de ola y regresamos. Los tres alimentos de mi alma son los libros, el viaje y el vino. Consumí mis vacaciones, en dos días cierran la librería La Traca y ya chaparon la bodega Baltasar Seguí (que sólo abrió un momento para que me entrevistase Jesús Fernández para À Punt. Jesús es un pipiolo que sólo tiene dos años más que el becario de Jornada que fui). Así que seguiré con estas crónicas.

En la playa que les cuento han puesto a la abuela encajada en una tumbona de plástico con la mirada hacia el mar de Ulises que, con lengua de ola, le lame los pies agotados. Un pequeñajo tira, muy empeñoso, de su padre para seguir caminando hacia el norte, siente que tiene a su alcance la línea del horizonte. Los cantos rodados, agitados con el agua y la espuma, brillan como gemas o hielo granizado en una copa ancha de daiquirí.

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