Hablemos de playas que es tema de temporada. En pocos días se han cerrado unas cuantas playas valencianas por vertidos fecales: al norte al sur y al centro. «Vertidos fecales» ya saben que es un eufemismo paramédico para referirse a la mierda, con perdón. Tenemos muchas banderas azules, cierto, nos lo hemos currado, pero algunas se han vuelto marrones. Pinedo cerró su playa: tiene una depuradora pero la desgracia de estar arrimada a un gran núcleo urbano con su descomunal producción debueno, de eso.
Esta depuradora se quedó pequeña desde el principio y los vertidos excedentes van al mar sin tratar, por un emisario: eso sí que es matar al mensajero. Sin contar el tráfico de lodos sobrevalorados y de traductoras rumanas que son la clase de suciedad que no se arregla tirando de la cadena.
También tuvo que cerrar la playa de El Portet de Teulada-Moraira. Un concejal declaró a Levante-EMV que era por el vertido fecal de un barco. O el barco era muy grande o no era un barco sino una flota. Flota, en efecto. Resulta que la depuradora de la cual depende la limpieza de ésta y otras playas recibió la reprobación de Bruselas por funcionamiento manifiestamente mejorable. Lo mismo que las depuradoras de Peñíscola y Benicarló. No es de extrañar, pues, que cerraran las playas de las Viudas (Peñíscola) y Gurugú (Benicarló), por la caca omnipresente.
Si eso pasa en municipios que tienen en el turismo sus principales ingresos ¿Qué ocurrirá en poblaciones con otro tipo de negocios y a quienes la Providencia dejó sin playas? Pregunta retórica, también lo sabemos: no hay ninguna prisa por hacer depuradoras. Silencio, recalificamos: no molesten. A punto hemos estado de perder la aportación europea a las depuradoras de Cheste, Villena y Almoradí por tener tanta prisa en construirlas como un recluta en salir de maniobras nocturnas. La tibia matriz del Mediterráneo abrigó a las culturas más sublimes, pero ahora es abrigo lo que sobra, la máquina azul ultraviviente se acelera, desbordada, y a punto estamos de morir de éxito.
