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Esa ilusión de la que usted me habla

Fenómenos extraños. El valencianismo inmerso en una dualidad en torno a la ilusión. Disquisiciones a propósito de si hay que ponerse muy contentos, si hay que ponerse contentos pero no tanto o si hay que mantener el rictus prudente sin soplar matasuegras. Sobre si estuvo bien que Guedes entrara por Manises como el conquistador tras la batalla, o si más bien debió salir del aeropuerto en gabardina y por la puerta de atrás. Si se hizo bien patrocinando a Lim como artífice icónico de la contratación o si debió evitarse la campaña de refuerzo reputacional.

Esa ilusión de la que usted me habla. Con Guedes ocurrió lo que debía suceder. No es un simple fichaje, es una declaración de estatus, internamente -cumplimos las promesas, ponemos la pasta, somos capaces de convencer- y externamente -capacidad de inversión, jugadores seducidos por el proyecto-. La contratación ha servido para lanzar un imaginario por el que el Valencia manifiesta públicamente su voluntad de superar un nuevo escalón. Sustancia, ahora sí, la intención machacona de «mismo club, nueva era».

A partir de ahí la ilusión desatada, los efluvios. Lo normal. Cómo vamos a pedir al prójimo que se ponga contento, ¡pero tampoco sin pasarse!, si el club ha pasado de fichar con problemas a Pabón a contratar a uno de los jóvenes europeos más prometedores. Ilusión y mesura son oxímoron. Que la ilusión lleve al exceso es lo lógico. Puestos a elegir, mejor así, mejor esto que la agonía y los años de plomo que nos preceden. La ilusión es productiva, moviliza, ensancha. Solo que es tan inestable que si rápidamente no va acompañada de hechos provoca grandes boquetes.

La equivocación vendría con todo lo demás, con confundir que tener buenas cartas ante la partida ya equivale a estar en condiciones de ganarla. Leo que el paso estratégico de contar con Guedes -y al mismo nivel pongo la confirmación de Kondogbia- debe obligar al Valencia a aspirar a cuotas mayores que entrar en Champions, ir a por títulos y toda la retahíla de aspiraciones. Me da la sensación de que buscamos atajos y creemos que los Guedes, los Batshuayi (ojalá en formato light) o los Kondogbia aportan por sí mismos un salto sideral. Pero este proyecto, si va bien, es que solo está comenzando a dar sus pasos. Transformar esta ilusión en expectativas muy rápidas es condenarse a la frustración prematura.

Cornellà, un estadio que siempre avisa al València, previno de lo gratuito que es ir de guay y lo fácil que se pierden los partidos si dejas de estar (también influye el empeño colectivo con tener a una sola mente creativa a la que exprimiremos hasta la extenuación toda la temporada). Querer hacer un Atlético yendo de Real Madrid difícilmente va a ser compatible.

Ilusión a borbotones. Pero por un proyecto que se toma más en serio a un club cien y que necesita dar pasos en firme sin vender motos al paso.

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