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El cura de Cullera

El cura de Cullera que sacó el trabuco a la hora de la homilía -es una metáfora- y con la excusa de la memoria histórica volvió a responsabilizarnos de la piromanía de nuestros abuelos, más que como emisario de la reconciliación se comportó como guardián de los pendones victoriosos. No sé quien es, pero me lo figuro, en las peluquerías de Sueca se acaba por saber todo.

El cura que oficiaba en San Francisco de Asís debería haber sido más respetuoso con la figura que patronea la parroquia, el dulce y mínimo Francesco, capaz de llamar hermano al lobo. Hasta cuando acertaba, se equivocó el cura. Es cierto que algunos aspiran sin decirlo a una inversión de los resultados de nuestra carnicería civil, lo que podría indicar falta de tacto y acierto en quienes promovieron la ley de la memoria histórica pero, también, sensibilidad extrema y propensa a la irritación de ciertos cutis cargados de autoestima y buena conciencia.

Enterrar dignamente a los muertos de las cunetas con lápida y honores fúnebres, construir un relato asumible (los clérigos inteligentes, que los hay, tendrían aquí un papel básico) por derecha e izquierda, caracterizar el régimen de Franco como dictadura fascista, eso fue, levantar acta y censo de cada una de las tropelías cometidas en la guerra y después, esa tarea de limpieza de tuétanos gangrenados, de extracción de purines del alma, de psicoanálisis y confesonario (que es como el psicoanálisis pero más barato), todo eso, digo, es tarea tan necesaria que lo ha visto hasta Naciones Unidas que sufre de miopía severa.

El cura de Cullera no vio nada de eso y dice que se queda con el arzobispo Cañizares. Vale, para ti el pequeñito. Pero que conste que derrota y victoria son dos máscaras del mismo impostor. Como decían los indios de las películas -y decían bien-un guerrero no puede asegurar la victoria, sólo que afrontará la lucha hasta el final. Y este momento, en el se enfrentan hasta la jota y la sardana, es el momento, no de tener razón, que es un horror hasta como pretensión, sino de luchar por dos cosas: paz y libertad.

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