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Emprendedores del currículum

Lo sucedido estos meses con los estudios de máster de la Universidad Rey Juan Carlos, y que ha conducido esta semana a que la ministra de Sanidad, Carmen Montón, tuviera que dejar su puesto dimitiendo abruptamente, no deja de ser una historia anunciada: la de la burbuja de los profesionales de la política, cada vez más grande, que por algún lado tenía que estallar. Hace mucho, mucho tiempo, la política no estaba copada por gente que se dedicara exclusivamente a ello, sino por profesionales que tenían un trabajo y, además de ello, lo compatibilizaban con la política; o bien abandonaban su actividad laboral para dedicarse por completo a la política, pero con intención de volver a su trabajo una vez finalizara su periplo.

El problema es que la política es una actividad muy exigente; y no sólo cuando se ocupan puestos de responsabilidad y se ejercen responsabilidades de Gobierno. También para llegar a una situación en la que sea posible ocupar dichos puestos. Para ascender dentro del partido, en resumen, es necesario dedicarle mucho tiempo, y desde muy temprano. Dedicarle mucho tiempo, y desde muy temprano, es algo difícilmente compatible con una actividad a tiempo parcial. La política, así, se ha profesionalizado; se ha convertido en una actividad que requiere dedicación completa.

Los profesionales de la política lo son desde su más tierna infancia, incluso antes de cumplir la mayoría de edad. Se meten en el partido como adolescentes. Desde el principio participan en las actividades de las juventudes del partido. Trabajan también para el partido cuando cursan sus estudios universitarios, y aquí también tenemos otra parte del problema: todos tienen que sacarse un título universitario, es imprescindible para medrar en el partido... ¡y aún más para medrar en la política universitaria, en la que demuestran su valía como jóvenes retoños del partido!

Pero, por desgracia, si dedicarse en cuerpo y alma a la política es algo difícilmente compatible con desempeñar satisfactoriamente un trabajo ajeno a la política, también dificulta sacarse una carrera universitaria. Así que la mayoría sacan estudios poco exigentes, y/o cursados a trompicones, aprobados con dificultades. Y aquí encontramos un terrible principio de selección negativa, en un doble sentido: por un lado, tenemos una clase política compuesta por personas que sólo se dedican a la política, y lo que es peor: sólo se han dedicado a la política, pues no se les conoce otra actividad en su pasado. Y, si la han tenido, suele ser porque el partido les ha colocado en algún sitio para que se curtan en el mundo real; unos meses a lo sumo, tampoco vamos a exagerar.

Para este perfil de político, estar en las listas, ocupar responsabilidades de Gobierno, alcanzar puestos bien remunerados, no es una consecuencia de su interés por la política y la gestión pública: es un fin en sí mismo. Viven de eso. Puede uno imaginarse qué estarán dispuestos a hacer para mantener su medio de subsistencia, sobre todo porque, si lo pierden, no es fácil que puedan reciclarse en otra cosa (recuerden: no han trabajado en su vida).

Esta selección negativa, tan perniciosa para la sociedad en su conjunto, también se da desde otro punto de vista, cuyas consecuencias hemos podido observar estos meses. Los políticos que están empezando no tienen mucho tiempo para dedicarse a nada que no sea el navajeo interno en el partido en pos de ascender; pero, como no queda bien que se note tanto que esto es así, necesitan crearse un currículum de relumbrón, y de cartón piedra, que poner en la web del partido.

Y ahí encontramos la raíz del problema: políticos que no han trabajado ni estudiado apenas nada en su vida sienten la necesidad de enmascarar esta realidad mostrando al mundo lo bien preparados que están. Y no les cuesta mucho, con sus contactos y sus prisas, encontrar sitios en los que puedan conseguir títulos, o apariencia de títulos, con los que engrosar dicho currículum. Y si se los regalan, mejor, pues recuerden: lo importante no es aprender nada, sino que parezca que se ha aprendido algo, para así mejorar el perfil político y ganar tiempo para conspirar y pelotear a los jefes de los que depende que entren o no en las listas o puestos de responsabilidad.

Una vez consiguen el currículum prefabricado, y desde la autoridad moral que les confiere no haber trabajado en su vida, los políticos profesionales ya están preparados para hacer llegar al mundo su mensaje: lo importante que es la cultura del esfuerzo, el emprendimiento, la España que madruga. Tres cosas que ellos no han practicado en su vida, pero que nos repiten para que nosotros sí que las asumamos, y trabajemos cada vez más por cada vez menos; y, a poder ser, sin quejarnos. Después de todo, alguien tiene que pagar impuestos, que esos sueldazos que cobran los profesionales de la política no salen de la nada.

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