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El santo ladrillo

En el PAI del Grao, como en el del Parc Central, los hombres del Botànic se comportan como sindicalistas, el peso de la tradición. El alcalde Joan Ribó y el concejal Vicent Sarrià anuncian un día un alud de cemento y asfalto con veinte torres y, al día siguiente, que los viales serán menos, que se respetará la anchura del cauce del Turia (más nos vale, es tierra de feroces ramblas y temporales de levante), que las torres ya no serán tan altas, que crece el porcentaje de vivienda protegida y que habrá más verde que en el Tirol. Mientras tanto, los vecinos del Cabañal ya tienen algo más que dudas acerca de que la ley impere en su barrio. A ver si el estado saca músculo por algo que no sea el procés o las supuestas ofensas a los abogados autodenominados cristianos. Ya vemos que la Conferencia Episcopal manda más que el Parlamento.

Bueno, me imagino que con el personal distraído en las raterías académicas de los claros varones y las chicas finas con master (la próxima semana les cuento quienes fumaban porros y copiaban en los exámenes), los constructores deben estar brindando con quienes se dejen: el alcalde Ribó es de hábitos morigerados, pero el concejal Sarrià es, como yo, un amante de la buena mesa y la última vez que le saludé había logrado contornos cardenalicios.

En general, no es fácil ser de izquierdas, siquiera un poco. El circuito de Fórmula 1 no iba a costarnos un duro, según el equipo Barberá, pero dejó en el Ayuntamiento una deuda más ancha y larga que el curso del Amazonas. Impunidad: el incumplimiento electoral, por suerte, no es delito, sino el penal de Picassent parecería la Universitat d´Estiu de Gandia. Así pues, quedan en el plano veinte torres (¡más que con Rita Barberá!, me apunta una ecologista). Torres de entre veinte y cuarenta y siete plantas. Pero 47 es más del doble de veinte, a ver, un poco de precisión. Y no nos hace falta conquistar ninguna marca de altura, miren lo que nos pasó en Babel y en las Torres Gemelas. Eso son aficiones de jeques del Golfo y aquí somos cristianos, ¿no? No se lo preguntaré a Willy Toledo.

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