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Alfons García03

Todo es presente

Mis expectativas vitales andan tan empobrecidas que subir a un taxi y que el conductor lleve puesto el mejor disco de Sabina ya es un buen día. Qué le vamos a hacer, los que hemos llegado a esa edad en que no somos jóvenes ni viejos (o tan jóvenes y tan viejos) nos contentamos con poco.

Sabina y el taxista ganan. Esta vez, a diferencia de casi siempre, levanto la vista, veo la ciudad a través de la ventanilla y escucho. Lo normal es que agache la cerviz y abra alguna red social en el móvil. Me ahorro el mal rato. Me quedan pocas dudas de que esta nueva ventana de comunicación funciona como telaraña de reafirmación del pensamiento propio. La opinión contraria es denigrada e insultada con una amplificación de anónimos y extraños hasta conformar un círculo cerrado de retroalimentación donde nuestro criterio es bueno e inamoviblemente bueno y lo que hacen y dicen los que están en frente es basura.

Pero hoy mejor miro la vida pasar.

Siempre se mira desde un sitio. El mío está aquí. Como valenciano, remangarse para reformar la Constitución y meterle solo los bajos para quitar un dedo de aforamientos me parece decepcionante. La ambición no deberían ser microrreformas constitucionales que eviten el engorro del referéndum, porque no está el país para remiendos. Tampoco parece un escenario viable una cadena de modificaciones. De manera que si la gran ley se abre para la menudencia de los aforamientos, los temas que se aparquen quedarán en dique seco durante una larga travesía.

Como valenciano, después de 30 años del traspaso de unas competencias que ha tenido como consecuencia un sistema de financiación de las autonomías que, pese a los cambios, siempre ha supuesto que perdiéramos, la necesidad es abordar de una vez una reforma territorial que ate un sistema de reparto de fondos justo. Que federalice. El país, guste o no, ya no es el de 1978, las comunidades se han hecho mayores de edad y no veo más salida que creer en ellas. Porque todavía pienso que la libertad une. Quizá al señor de Madrid o Toledo le sonará a chino, pero este tendría que ser un Estado complejo, asimétrico, si quiere sobrevivir.

Pero igual me equivoco, no me hagan demasiado caso, ya ven cómo va lo de Cataluña, ensayando la yenka con fruición. Quizá el mundo real es el de las redes y todo es blanco o negro. Madrid o Barcelona. El mundo de Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias.

Quizá soy un iluso. Después de escuchar al joven líder del PP estos días hablando de recentralizar la educación y de atar constitucionalmente que sea una competencia del Estado, la reforma territorial se antoja un espejismo. El mundo de hoy es cada vez más de frentes, gobernado por el rédito electoral. El diálogo es solo un reclamo publicitario del que todos hablan y nadie practica. El pluripartidismo refleja mejor la sociedad, pero no ha favorecido de momento la comunicación sincera entre fuerzas. Al revés, ha tensado la vida política al ver algunos amenazados los derechos que creían vitalicios. Será cuestión de tiempo, de margen de adaptación. O de ese populismo que ocupa los debates en la Europa más fría.

Claro que después de ver el sainete de Aznar en el Congreso, a ver si el populismo no es una amenaza, sino que lo hemos conocido ya aquí. No caben ocho años de gobierno en dos hechos, pero si la gestión de la guerra de Irak con el trío de las Azores y el camelo de las armas de destrucción masiva la hicieran Salvini y Orban, ¿qué estaríamos diciendo? O la mentira institucional que se intentó sostener después del 11M para que la tragedia no dañara un resultado electoral. ¿Diríamos populismo? Los grandes conceptos nos arrollan y el pasado se nos escapa rápido.

De momento, la reaparición de Aznar solo ha sido el mejor favor para Pablo Iglesias y la mejor campaña de promoción de su nuevo libro (el de Aznar): El futuro es hoy, se llama. El problema no es el cuándo del futuro, sino el cómo. Y la responsabilidad que tienen sobre ese futuro quienes han gobernado los últimos años y quienes están hoy al frente de los mandos. Parece que en eso no piensan, porque, como dice el viejo Sabina, ahora nada es urgente y todo es presente.

Pues eso, ahora que se atropellan las semanas, yo me quedo en este taxi a ver un rato la vida pasar.

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