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El feminismo es cosa de hombres

Asistimos, se dice, a un momento en el que las novelas de orientación femenina ganan terreno a las históricas y las inspiradas en la Guerra Civil. Se constata, si se tiene en cuenta que el premio Planeta ha sido ganado por el escritor Santiago Posteguillo, con la novela Yo, Julia, que relata las vicisitudes de una mujer de origen humilde que progresará de modo fulgurante en un mundo de hombres inmersos en la lucha por el poder político y que piensan que el liderazgo sólo les pertenece a ellos. Hasta ahí bien, aunque, según se sigue comentando lo hará usando sabiamente sus armas de mujer (esperemos a leer la novela para opinar sobre este segundo punto, pues la expresión armas de mujer, abarca un amplio espectro y, así de entrada, me resulta algo inquietante).

También la finalista de dicho premio, Ayanta Barilli, lo ha sido con una novela de tintes feministas Un mar violeta oscuro; una historia de tres generaciones de mujeres de una misma familia, a las que una figura masculina aboca a la locura y, según el jurado, «demuestra la evolución de la imagen social de la mujer».

Es notorio que tras las huelgas y pronunciamientos del 8 de marzo de nuestro 2018 aún en curso, se ha reavivado el tema de la mujer, desde el plano reivindicativo, como argumento literario, si bien no es sólo abordado por escritoras, sino también por escritores, por lo que se puede interpretar, en lo mejor, una sensibilización del sexo masculino hacia la discriminación de las féminas o bien, en una lectura sesgada, su propósito de no perderse tampoco este tren, que lleva a destinos tan favorables. El caso es que, cada vez más autores, se apuntan a cincelar tramas con personajes femeninos para denunciar micromachismos, ensalzar feminismos y etc, etc€y, con ellas, se apuntan tantos sin perder compás en esta carrera de fondo.

No es cuestión de citar nombres, vayamos a incitar polémicas innecesarias, pero basta con echarle un vistazo a novelas de última hornada para comprobar la vigencia del fenómeno. Los escritores se han lanzado a cultivar este género exitoso sin perder oportunidad de ocupar un espacio, digamos, golosillo. Dice uno de ellos, «Ahora que el movimiento feminista está encendido, la voz masculina es todavía más importante para que el feminismo no sea unidireccional. No es una buena estrategia dejar la voz sólo a las mujeres, la igualdad es una cuestión de todos». Pues claro que sí, hay que repartir el pastel, y no consentir que en la lucha por los derechos de las mujeres participen sólo las mujeres. «La voz masculina es todavía más importante ahora», cómo no. En fin, sólo espero que, a fin de cuentas, nos quede un hueco en el fomento de esta lucha que, por más matices que se objeten, es nuestra. Si el feminismo va a terminar siendo también cosa de hombres, poco o nada nos va a quedar. Imaginemos que una generación de escritores varones se cubran de honores por defender la causa feminista y que las escritoras feministas o sólo femeninas queden en el olvido hasta ser reivindicadas, tras la muerte, dentro de cien años. Lo peor de la historia es que se repite más que pepino en gazpacho.

Ahora mismo se apuesta por visibilizar el papel de las escritoras de la II República. Hay que decir que la cosa llega con cierto retraso ¿pasará igual con las autoras de hoy mismo?

Cuando presenté mi primer libro de relatos, «Sola en el Mundo» en 2012, advertí de que la literatura femenina estaba siendo invadida por los hombres y el asunto ha ido in crescendo.

Por hacer algo diferente, pasé de los relatos con voz femenina a los relatos con voz masculina y escribí «Masculino Singular». Y he de decir una cosa importante al respecto. Cuando un hombre se traviste con voz de mujer en la narrativa, merece todos los respetos, pero si es al revés, prolifera el rechazo. Por el anuncio de la publicación de este volumen, me llegaron bastantes descalificaciones, de masculinos que ni siquiera lo habían leído ¿A qué temían? me pregunto, ¿por qué, si es tan loable que los hombres se metan en el terreno femenino, no nos podemos meter nosotras en el masculino?

Por fortuna, han sido muchas las mujeres que han disfrutado con este libro y también los hombres que se dignaron a leerlo sin prejuicios. Esos sí que me parecen verdaderos feministas.

Conozco, lamentablemente, casos muy contrarios en gentes de doble moral, que públicamente se declaran feministas, pero apuñalan a la mujer por la espalda a la primera ocasión. De cara a la galería, son paladines que protegen a la fémina si sobre ella hay violencia física, sobre todo. Eso es muy bonito; es como ofrecer su tutela a un animal menor, indefenso, pero otra cosa es mirarla de igual a igual, ahí que no se atreva.

Ay, ay ¿vamos a decir que este país es feminista cuando ningún partido se atreve a nombrar como líder a una mujer? Y si hubo pretendida alguna ¿cuántas fueron las bromas pesadas a costa de su supuesta falta de inteligencia, a su funesta ambición o incluso a su aspecto físico y su modo de vestir?

Hay fachadas (nunca mejor dicho) que ocultan incluso un retroceso en la valoración de las mujeres. Por alguna deficiencia de ese catecismo de igualdad propagado, los jóvenes no perciben que la equidad sea un hecho respetable. En los centros educativos se celebra a bombo y platillo el día contra la Violencia de Género, pero sin tomar medidas se acepta que un menor (un menor puede tener 17 años y estar muy musculado) agreda de palabra y de obra a una profesora. Por lo visto, eso no está etiquetado como violencia de género ¿y qué es entonces? Escritores feministas, aquí tenéis un tema, ¿por qué no tratáis este argumento?

No vais ya a salvar a aquellas que fueron asesinadas irreversiblemente, sobre todo, si de eso hace 30, 40 o 100 años, pero en este asunto queda mucho que hacer. Si sois feministas, atreveos.

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