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Julio Monreal

El armario empresarial

De vez en cuando, la Política y la Economía quedan para almorzar, un acto que, como el feminismo propugnado por Carmen Alborch, merecería ser declarado patrimonio de la Humanidad.

Esta cita necesaria en el calendario social ha alcanzado una de sus más elevadas expresiones esta semana en València, con ocasión del congreso anual del Instituto de Empresa Familiar, en el que 600 patronos de tercera, segunda y primera generación han tenido ocasión de departir con Pedro Sánchez, Pablo Casado, Ximo Puig o el mismísimo rey de España, Felipe VI, sobre cómo ven el panorama presente y futuro del crecimiento, el empleo, los beneficios, los impuestos o la digitalización.

Como se hace tras los debates electorales televisados, si hubiera que declarar un ganador del congreso, ese sería sin duda Juan Roig. Inmediatamente después de confesar una extrema timidez, el presidente de Mercadona exhibió un dominio de la escena comparable al de Domingo Ortega o Juan Belmonte en los tiempos de parar, templar y mandar en el toreo. Suyo es el mensaje de la semana: los empresarios han de salir del armario y explicar a la sociedad, en primera persona, que no merecen la mala imagen que tienen, ese retrato con puro y chistera de quien amasa beneficios como aquel Avaro de Molière. El sector privado es el 85 por ciento de la economía en España, y sin embargo se está asentando en la conciencia social el discurso de que el 15 por ciento del sector público es el niño bueno, el que merece confianza y reconocimiento por encima de su complemento, ya sea en educación, en sanidad o en televisión.

Roig proclama que la función principal de la empresa no es maximizar beneficios sino satisfacer las necesidades de las personas, los trabajadores, los proveedores, la sociedad y el capital, en ese orden. Y asienta la base de su éxito en una fórmula que aprendió de su madre, Trinidad Alfonso: Primero dar y luego recibir. Hoy, desde una posición privilegiada en el mercado, la empresa recibe un crecimiento del 6 % en 2018 y da no solo más de 80.000 puestos de trabajo y salida comercial a miles de productos de proximidad, sino la energía de una locomotora capaz de sacar de las arenas movedizas proyectos estancados como Parc Sagunt, al tiempo que soporta una de las actividades de mecenazgo deportivo y cultural más destacadas de España.

Harán bien los empresarios en escuchar el consejo de Roig y salir a contar lo que hacen por sus empresas, por sus clientes y por la sociedad. La transparencia es un ejercicio sano que acredita a quien lo practica y penaliza a quien lo ignora en estos tiempos en los que se lleva el desnudo integral tanto que hasta lo practica con naturalidad el hombre que atesora la tercera fortuna del país.

Con más ropa comparecía ante los empresarios el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a quien su pacto presupuestario con Podemos obligaba a mantenerse en València a cierta distancia del pensamiento del patio de butacas. Tanto espacio puso entre su discurso y los empresarios que éstos no se sintieron obligados ni siquiera a aplaudirle, le afearon su tardanza (más de media hora) y su falta de empatía, y despacharon con indiferencia sus palabras sobre el necesario reparto de la riqueza. Hasta se permitieron reprocharle que esté adoptando decisiones cortoplacistas con el principal objetivo de mantenerse en la Moncloa, relegando medidas a su juicio necesarias para reequilibrar la economía y mantener la unidad nacional.

Mejor acogida había tenido varias horas antes la comparecencia del líder popular, Pablo Casado, quien quiso presentarse en el Palacio de Congresos de València como uno más de los empresarios reunidos allí, con un discurso de bajada de impuestos y profundización en la reforma laboral, huyendo del pantano en el que el comisario Villarejo ha metido al PP de María Dolores de Cospedal.

Pese a la cálida recepción ofrecida al líder conservador, los patronos no parecen estar satisfechos con el nivel de representación política existente en España. El presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales, invitaba desde el congreso del IEF a los empresarios a entrar en política tras cerrar su ciclo directivo en sus respectivas sociedades con el fin de mejorar la gestión pública con sus conocimientos y su experiencia. Los empresarios suelen tener la tentación de pensar que la Administración se puede llevar como una empresa, como ellos llevan sus propias firmas. Así lo creyeron y expresaron emprendedores de éxito, como Alfonso Rus, Mario Conde, Manuel Pizarro y algunos más, quienes no pasarán a la historia precisamente por sus éxitos en la cosa pública. Los tiempos de la empresa no son los de la función pública, ni los sindicatos tienen la misma fuerza en un área que en otra, por señalar solo dos diferencias. Existe un problema serio de acceso a la política, porque la devaluación de los sueldos cierra la entrada de nuevos talentos, pero los salvadores desinteresados de momento no han demostrado su eficacia. Así que los empresarios tendrán que seguir creando riqueza y empleo y los políticos gestionando la cosa pública de la mejor manera posible. Y si se entienden entre ellos en beneficio de la sociedad, mucho mejor. La urticaria que sufren algunos miembros del Consell al contacto los patronos no resulta beneficiosa para los ciudadanos, que necesitan soluciones a sus problemas y no sepulcros blanqueados.

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