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Estación dorada

El Día de las Ánimas subí al Cavall Bernat desde Sant Sofí. El primer alineamiento montañoso que, viniendo de València, se presenta ante el viajero, es la sierra de Corbera, a la que pertenece el Cavall Bernat que para nosotros, los de la Ribera, no es menos sagrado que el Canigó, otro día les cuento por qué. La sierra no es muy alta pero se eleva altiva y pugnaz, con aristas desafiantes y agujas muy finas. Me he reservado este mirador para ver los arrozales, de Favara a Alfafar, inundados.

Trepar entre palmitos y coscojas con bellotas abundantes, no es difícil, pero hay barro y piedras sueltas y matas empapadas que van macerando al que trisca y sube. El peligro está en el descenso: por dos veces me pego el costalazo. Aunque dicen que en las cabeceras ha llovido un quinto menos de lo normal, aquí han caído importantes aguaceros, no somos responsables de su distribución. Dirijan sus quejas al organismo de cuenca y a Dios padre.

Mucho más abajo, entre Sueca y el Perelló, encuentro en El Malvinar, en la parte más honda del coto (de caza), un lago gemelo de l´Albufera, con su azul más recio que el del cielo que se lo presta, nubes de todos los tamaños, como en una exposición de mobiliario gaseoso, y bandadas de centenares de patos. Bordeando el lago de la Plana, las pollas de agua cruzan, de improviso, la carretera a pocos metros del morro del coche. Estaban estupefactas ante la resolución del día con la cohetería apoteósica del ocaso y los brillantes harapos de un arco iris incompleto: naranja, amarillo y verde. No se puede molestar a las criaturas en trance estético. Tengo que frenar varias veces porque suspenden su movimiento y se aletargan en el momento más impensado.

Al día siguiente exploro otro marjal, el del Moro, al sur de Sagunt. La lluvia aquí también ha hecho mucho bien: bandadas de patos muy populosas, pero reunidas, prácticamente, en un par de láminas de agua. Las querencias de los pájaros (y las nuestras), siempre son un misterio. Miles de libélulas apurando la estación, o sea entregadas a la cópula: amantes aéreos de oro, burdeos y turquesa.

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