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Cobardes y burros

La Tierra no nos necesita para nada, pero nosotros sí necesitamos a la Tierra. La Primera Guerra Mundial fue evitable (la Segunda, creo que no). Todos los países beligerantes creían ser los más valientes y patriotas, los más avanzados, pero los soldados morían como chinches y, ya lo dijo Ernst Jünger, al final ganaron quienes pudieron arrojar más materiales: toneladas de bombas, cañones de más grueso calibre, buques, submarinos y aviones de mayor desplazamiento. Materiales. Nada que ver con la inteligencia y el valor. Había quedado demostrado que no nos merecíamos la civilidad de la que tanto presumíamos. Otra ocasión perdida.

Pero olvidemos la guerra del bisabuelo (aunque las chicas del charlestón estaban estupendas) y vayamos a la guerra en la que podemos sucumbir (casi) todos, que es la que libramos, sin ninguna esperanza de ganarla, contra la Tierra. En sólo cincuenta años la población se ha duplicado y aunque sé (y, por si acaso, me lo recordaba Joan Olmos) que a finales de los setenta el pionero Miquel Gil Corell ya publicó un trabajo sobre la ciudad como ecosistema, llevamos mucho atraso en ajardinamiento, repoblación forestal, sustitución de fuentes de energía, captura de carbono y transporte no contaminante que devuelva al cielo de la pradera el azul que tanto le gustaba a Vladímir Vladímirovich Nabókov.

La conciencia cósmica debe de andar confusa y disgustada con nosotros y quizás nos prepara un ERE como especie y se dispone a invadir el cerebro de un lagarto, de un orangután, de un visitante extraterrestre. Gente nueva que aprecie los regalos, ya que la vieja gente es tan guarra.

No crean que escribo esto bajo los efectos de ninguna droga. Sencillamente sé, como se saben estas cosas, que el pedernal ya guarda una chispa de inteligencia, que las pinedas practican la respiración en ocho tiempos, que el mar es de líquido amniótico y que en la blancura del caolín anda prefigurada la santidad y la bravura en los riscos de la sierra. No seamos cobardes y burros y arremanguémonos a limpiar nuestro viejo y hermoso hogar.

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