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Tierras vacías

Si en algún momento del futuro tuvieran que diseccionarme sobre una mesa de operaciones encontrarían que, parte de mi, entre fibras y filamentos, procede de tierras despobladas. Lo están ahora claro, porque entonces, cuando los padres de mis padres, y los padres de sus padres vivían allí no lo estaban, más bien al contrario, eran pueblos repletos de vida y gente pero también de sufrimiento, frío y dureza. Mi tatarabuela, por ejemplo, huyó una madrugada en carro con sus tres hijos hasta el mar para huir de la miseria y el hambre de su pueblo turolense y ya en este siglo mi abuela andaba sola a pie kilómetros entre montañas y con solo 7 años para comprar en la capital dels Ports. Cuando era más joven no entendía porque no le gustaba tanto regresar en vacaciones al pueblo como a mi, que lo encontraba el paraíso perfecto para la desconexión mental después de tanta vida urbanita donde no me faltaba de nada. Ayer, conocimos que varias familias del Rincón de Ademuz -azotadísimo por la despoblación- se quedarán sin trabajo por el cierre de las minas de Riodeva. Los que puedan, obviamente, se irán a buscar el pan en otro sitio. Y a ver quien tiene el cuajo de decirles que no.

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