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Las competencias autonómicas se pueden devolver

Dentro de unos días y con elevada autosatisfacción, Les Corts procederán a aprobar los Presupuestos de la Generalitat Valenciana (GV) 2019 que uno siente la tentación de calificar de falaces, ante ingresos virtuales por valor de 1.300 millones de euros, pero que se resiste a ello, visto lo ocurrido año tras año. La experiencia obliga a este humilde opinador a reconocer sus equivocaciones, ya que ninguno de sus temores en lo que llevamos de dácada se han confirmado. Al igual que Pascal decía que el corazón tiene razones que la razón no entiende, parece que la política tiene razones que los políticos no entienden. Cosa que no impide que las ejecuten con el mayor cinismo.

Uno sabe que ha rozado el ridículo hablando de devolver unas competencias para las cuales los políticos valencianos han dicho que no tienen dinero. A pesar que han prometido lo que no disponían, dentro de pocos meses pedirán el voto y así volveremos al ciclo de una GV inviable que no va a cambiar. Pura melancolía. Sin embargo mi simple y modesta razón me lleva a hacer el ridículo por enésima y posiblemente última vez.

Aunque no sea un entusiasta de las encuestas, incluidas las del CIS que tanto morbo despiertan entre partidos y periodistas, para algo debe servir tanto dinero dedicado a la sociología política. Con todo respeto recojo la pregunta 26 y las respuestas habidas en el Barómetro del CIS del pasado Octubre: «Le voy a presentar ahora algunas fórmulas alternativas de organización territorial del Estado en España. Dígame, por favor, con cuál está Ud. más de acuerdo.

- Un Estado con un único Gobierno central sin autonomías: 19,9%

- Un Estado en el que las comunidades autónomas tengan menor autonomía que en la actualidad: 10,9%

- Un Estado con comunidades autónomas como en la actualidad: 38,8%

- Un Estado en el que las comunidades autónomas tengan mayor autonomía que en la actualidad: 12,8%

- Un Estado en el que se reconociese a las comunidades autónomas la posibilidad de convertirse en Estados independientes: 10,1%».

Como puede observarse un equilibrio técnico entre favorable y desfavorables, casi un 20% de españoles defiende un Estado con un único Gobierno central sin autonomías, y casi un 11% pide menos poder para ellas. Solo el 22,9% quieren más poder para las comunidades Seguir como estamos un 39%.

Tanto los deseos de quienes prefieren un único gobierno central, como los que son proclives a un Estado en el que se reconozca a las comunidades autónomas la posibilidad de convertirse en Estados independientes, hay que suponer que conocen que sus legítimas aspiraciones ciudadanas están fuera del actual marco constitucional y que solo un cambio profundo de nuestra carta magna, referéndum incluido, puede sostener una de las dos opiniones ya que, por su contraposición radical, son obviamente incompatibles sea cual sea un potencial nuevo texto constitucional.

Ante estas circunstancias uno poco a poco, va perdiendo confianza en el poder taumatúrgico de un cambio radical de la constitución actual. Aunque el propio CIS indica que cuanto más a la derecha está el votante, menos le gusta el Estado de las Autonomías, hay que respetar a aquellos que se inclinan por un voto progresista sin ocultar su desazón por los resultados de nuestras experiencias autonómicas, posiblemente una de las grandes esperanzas fallidas que asociamos a nuestra Transición.

El entusiasta fragor en favor de la descentralización fue tan intenso que la Constitución no previó un mecanismo por el cual se puedan devolver competencias ya transferidas, como tampoco previó que el Estado de las Autonomías derivara en un modelo de falso funcionamiento federal como el que existe ahora mismo. Aparentemente no hay camino de vuelta. Aquellos que saben de Derecho Constitucional indican que lo único factible que puede hacer el Reino de España es «acordar entre todos una legislación común de obligado cumplimiento al amparo del artículo 149.1 de la Constitución, que reconoce su competencia exclusiva en «la regulación de las condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales».

Este es un casi impensable acto de solidaridad que se pide para reordenar tanto el mapa autonómico, como en buscar una financiación que permita seguir hablando de una organización descentralizada del Estado. Sin duda el proceso es complicado y nada fácil, con todos los intereses creados a lo largo de cuarenta años. Solo apuntar que mucho mas complicada era la situación que los españoles abordamos en tiempos de la Transición y supimos no solo capear el temporal, sino darnos un chute de autoestima.

Nuestro futuro territorial es más que preocupante. La mayoría del Parlament Catalán a favor de la independencia, el PNV, responsable del gobierno de Euskadi, firma declaraciones en las que habla de antidemocracia de la actual Constitución y pide junto con EHBildu un derecho a decidir y romper el Estado autonómico para imponer un modelo «bilateral» entre el conjunto de España y Euskadi. Las declaraciones procedentes de Navarra, no son menos claras y taxativas. Al sur de Euskadi-Navarra y de Cataluña, quede «el resto de España», cuya semántica es muy difusa. El bilateralismo significa hablar de igual a igual, esto es lo que pretenden en el fondo y casi en la forma, foralistas y catalanes. ¿Con qué «resto de España»?.

Para justificar los ridículos propios de las personas, para terminar volvamos a Pascal: «El hombre no es más que una caña, la más débil de todas, pero una caña que piensa» que se enlaza perfectamente con otra del genio francés: «Si no actúas como piensas, terminarás pensando como actúas».

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